domingo, 30 de marzo de 2008

Tanhäuser


La obertura es magnífica, no solo por como evoluciona la música, cómo van apareciendo los temas. La escenografía es espectacular, un acierto cambiar el oficio de los minnersinger, convertirlos en pintores. El tema de la pintura como motivo recurrente, el formato de los cuadros, se repite con distinto juego a lo algo de los tres actos. El vestuario, con dominio del negro –anoche fue una soiree de negros, tanto en el escenario como en los pasillos y las butacas. Toni Miró ha alcanzado la cumbre. Barcelona entera se viste de negro. Supongo que ahora comenzará el declive-, la iluminación baja, de grises y blancos, a ras de suelo, proyectando sombras en una pantalla, el movimiento de la masa coral, de los actores, de los cantantes, todo muy bien organizado, algo esteticista, pero bonito. Todo muy bonito hasta que Wagner pone en marcha su retórica religiosa, insufrible, vana, y pasada ya en su época. Tanto amor sagrado, y gracia y arrepentimiento y culpa y salvación termina por contagiar a la hermosa escenografía. Es una lástima porque la música todavía aguanta y los cantantes son buenos y el coro magnífico. Se nota el generosísimo presupuesto -¿quién lo paga?

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