El caso del pederasta de Huelva es un síntoma de la atmósfera moral que el sistema de periódicos, tertulias radiofónicas y programas televisivos ha generado en la sociedad. Falta de fibra moral. A ello ha contribuido también el relativismo y buenismo de nuestros líderes políticos, para muchos de los cuales todo tiene su causa, todo es comprensible, y todo delincuente se puede reinsertar, actitud que se presenta como contrapeso al fantasma de un supuesto fundamentalismo moral y biologicista. Todo menos reconocer la determinación natural del carácter humano.
Monstruo le dicen, bestia le insultan periodistas y tertulianos, azuzando las bajas pasiones de grupos ansiosos de sangre y espectáculo. Pero no es al pederasta a quien hay que mirar, no a ese hombre al que la carga genética le ha jugado una mala pasada, es a la justicia, al sistema penitenciario o al psiquiátrico, a sus errores, a quien hay que exigir responsabilidad e imponer sanciones. ¿Por qué no lo pusieron a buen recaudo, por qué si era peligroso seguía en la calle y, si la ley decía que debía estar en la calle, por qué no se limitó su capacidad de hacer daño?
Demagogia ecologista.
"El actual Gobierno (PSC, ERC, ICV) está ejecutando, y con prepotencia, aquello a lo que se oponía férreamente cuando estaba en la oposición", señaló ayer
Les ha costado, pero por fin lo reconocen.
Creo que es la primera vez que un responsable político, Ferrán Mascarell, lo dice en público: "El Fórum fue un fracaso”, o que otro representante de la cosa, Joan Ramon Resina, diga: "Barcelona inició el declive en el que ahora está sumida después de los Juegos"
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