"Nos penetra de tal manera que las más secretas profundidades interiores se agitan en nosotros y lo verdaderamente demoníaco, lo natural que mora en nuestro interior, suena en oscuras y embriagadoras vibraciones"
Hugo von Hofmannsthal
Hugo von Hofmannsthal lleva
En esta versión del Liceo las sombras expresionistas han sido sustituidas por el decorado de un palacio cárcel de un país totalitario, con cabinas de vigilancia y carceleras al estilo de
La reflexión filosófica de Sófocles en torno a la injusticia y el orden natural quebrantado y su necesaria reparación, de la que depende la libertad, desaparece en una indefinición política y moral, propia de tiempos donde domina el relativismo moral, tanto en
Si el sorprendente final, que no desmerece de la más sangrienta película gore –la influencia de Calisto Bieto está haciendo estragos- en el que todos los personajes aparecen degollados, va en esa línea del relativismo moral, -todos son malos, imagen especular del todas las opiniones y posiciones son iguales-, lo inexplicable, como no sea desde un esteticismo injustificado, es la piedad que el director de escena monta con Clitemnestra en brazos de su hermano, el vengador y único superviviente de la tragedia, Orestes, con beso incestuoso incluido. Aún me pregunto que ha querido decir el dramaturgo Guy Joosten.
No juzgo a actores, músicos y cantantes, que se entregaron, como cabía esperar. Strauss con la enorme orquesta que pone en juego consigue crear una atmósfera musical absorbente y opresiva que impide que el oyente pueda aislarse de lo que ve y oye para juzgar con objetividad. Una obra de estas características se aviene con la naturaleza romántica y sentimental de la sociedad catalana –de sus élites, quiero decir- así que el teatro en pleno aplaudió a rabiar.
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