No pasaba por mi cabeza ver esta película, porque normalmente hago caso a los críticos. Creo que cumplen una función necesaria, orientar en el bosque de la cultura. Tantísimas películas producidas al año, tantísimos libros editados, tantísimos espectáculos a que se nos incita desde los media. En general me fío de ellos, sobre todo si encuentro opiniones coincidentes. Los críticos de EP (Jordi Costa, Javier Ocaña, en cine) me perecen serios, aunque haya perdido a algunos de los mejores, por su actual deriva partidista y su exagerada defensa de los productos del grupo cultural al que pertenece (caso de Ignacio Echevarría, Arcadi Espada...).
Así que leí lo que de esta peli escribía el flamante fichaje, Carlos Boyero, procedente de El Mundo. Decía que, “entre sopor y bostezo ante una intriga epidérmica” (...) “todo es lento, epidérmico, fatigoso en esta pesadísima crónica social con pretensiones de arte”, que “todo huele a seriedad forzada, a imágenes tan esmeradamente construidas como huecas, a pesadez narrativa, a producto tan calculado como híbrido, incoloro e insípido”, que “ese actor tan macho y frecuentemente insoportable llamado Russell Crowe” (...) “y el guaperas afroamericano Denzel Washington resultan tan aparentes y vacíos como el hombre que les dirige”. Cómo podría, pues, osar ver semejante bodrio.
Sin embargo, me dejé arrastrar por una amiga y durante las casi tres horas que dura la peli, disfruté como se supone que disfrutan los enanos ante una intriga tan bien trabada, ante un guión medido, tan bien secuenciado, con un ritmo vivo, pero no desbocado, con la justa distanciación ante un personaje, el del gángster negro -Denzel Washington-, capaz de cometer los crímenes más viles, como se muestra en pantalla, y con la también justa identificación con los valores morales que representa el incorruptible policía que interpreta Russell Crowe, sin que el director mostrase especiales pretensiones artísticas y sí una peli de acción capaz de entretener, enseñar y deleitar al respetable. En fin, si alguien se fía de mí, y quiere pasar un buen rato que vaya a ver esta peli y pase de los escritos del crítico estrella de EP.
Otra foto premiada donde vuelven a confundirse denuncia social y esteticismo. La caricia, del italiano Giovanni Marrozzini.
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Lo que a mi me parece preocupante no son las enésimas pintadas con amenazas en la tienda de los padres de Albert Rivera, sino el silencio de los partidos catalanes –solidariad y condena- al respecto.
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