- Compro zapatos baratos.
- He sacrificado mi vida privada al trabajo.
- No he sido lo suficientemente arriesgado. ¡No visto de negro!
- Me he esforzado por estar guapo. Joder, ¡se notaba demasiado!
- Un fallo imperdonable: rechacé una oferta del Chelsea. Eso se nota en mi enclenque musculatura.
- No fumo, ni bebo en exceso, la noche acaricia mis párpados, así que ese no es el problema cuando aparezco menos joven de lo que me gustaría. Ahora ya lo sé: no entiendo ni manejo adecuadamente mi interior.
- ¡Ay!, sí, me gustaría tener una nariz más pequeña y ser algo más alto. No he sido capaz de liberarme de esa obsesión.
- ¡Dios cómo me gustaría ser sexy! Nunca he alcanzado ese estado mental.
- Después de los 50 he empezado a cuidar mi físico, con irregulares resultados: me ha atropellado un coche, varios han estado a punto de matarme, cuatro o cinco veces me he accidentado por mi cuenta. Magulladuras, quemaduras, puntos de sutura: mi piel está hecha un asco.
- Mi padre, la mitad de su escueta vida con pantalón de pana y albarcas y la otra mitad con mono de almacén y zapatos baratos, sigue siendo para mí el hombre. Nunca se cuidó para estar elegante.
- Siempre me ha gustado llevar chaqueta, hasta el día en que comencé a notar las sisas. Me hundí cuando supe que perdía la percha.
- En el trabajo es esencial estar cómodo bajo las prendas de vestir, nadie sabe hasta qué punto esa circunstancia está asociada a los buenos resultados. Aún recuerdo el día en el que alguien señaló con el dedo la cremallera de mi pantalón.
- Siempre he estado por debajo de mi reputación. Cuanto más se pregonaba mi valía más me hundía en la miseria de la autocontemplación.
- Sé mucho menos de lo que creo saber, aunque siempre quiero aparecer más listo de lo que soy, así que cuando me he visto en un aprieto mi carrocería siempre ha estallado contra la pared.
- La corbata, dios, ¡nunca he sabido hacer un nudo! Cómo he podido pretender estar guapo alguna vez.
- Los colores. Me pirro por la ropa hawaiana y los colores africanos, pero lo reconozco he sido un cobarde.
- “No compres tantos libros y viste mejor, nadie ve tu biblioteca”. Cuánta razón tenía mi madre. Estoy por pedir a los reyes magos un Borgo 21, aunque quizá sea ya demasiado tarde para que los accesorios hagan de mí un hombre.
- Yo y mis problemas intestinales, un problema de fragancias irresuelto.
- Soy un hombre excesivamente construido. Cuando pude dar el salto al desmontaje posmoderno de mi personalidad, me faltó un poco de sal y algo de pimienta. Nunca he conseguido escapar a la vulgaridad de los vagones de tren y los atascos de autopista.
- La elegancia, ¡cómo no he podido comprender antes que ese debía ser el objetivo! Un look atemporal, sin fecha de caducidad. Quizá aún esté a tiempo.
- Aunque, por mucho que lo intente, nunca me pareceré a este hombre.
martes, 13 de noviembre de 2007
Por fin he comprendido por qué soy un fracasado
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1 comentario:
Doncs a la foto que il·lustra l'apunt no surts gens malament...
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