jueves, 18 de octubre de 2007

Traficando con emociones

Asisto a una obra de teatro para adolescentes organizada por profes de filosofía con intención catequética, en un pueblo del área metropolitana de Barcelona, gobernado por los antiguos comunistas desde tiempo inmemorial. El presentador, profesor de filosofía en la localidad, hace una introducción sobre el número de niños que mueren en el mundo cada cinco minutos, los estragos del sida y la maldad de las multinacionales bioquímicas protegiendo sus patentes e impidiendo la gratuidad de sus medicamentos en Mozambique o Sudáfrica y la indiferencia de Occidente.

La obra, representada por dos actores chilenos, trata de una familia durante la dictadura de Pinochet: los padres asesinados por los milicos, sus dos huérfanos condenados al vagabundeo y al hambre, hasta que una buena mujer que vende golosinas les atienda y les da de comer. Gracias a su inventiva, en las noches que pasan en un cementerio, otro sitio no tienen adonde ir, los dos hermanos montan un espectáculo de esqueletos rumberos. Pero justo cuando empiezan a sobrevivir -actúan en teatros, el hermano mayor se enrolla con la mujer casada-, el hermano pequeño es atropellado al cruzar una calle. Los milicos detienen al hermano mayor y un juez de la junta militar lo acusa y condena por la muerte de su hermano por no haberlo entregado al organismo estatal para niños huérfanos. Sin embargo, mientras se celebra el juicio, durante una manifestación popular, podrá escapar para contarnos la maldad de la junta militar, las tremendas desigualdades en Chile, la miseria del tercer mundo...

Tras la obra, muy poco aplaudida, hay un coloquio con los alumnos, en el que participa un profe de filosofía chileno que hace su Tesis en la universidad de Barcelona. Tocados en el corazón los alumnos habrán de hacer preguntas que lleven a la condena de Occidente y el neoliberalismo y a la toma de conciencia ante un mundo tan injusto.

Hasta el día de hoy pensaba que en clase de filosofía se enseñaba a los alumnos a pensar por su cuenta, estaba equivocado. Es la emoción, no la razón, la que trabaja en esa clase.

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Curioso escándalo este que le monta la SER al líder de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla. Resulta que el hombre se arregla su vivienda y una empresa le adelanta el dinero de la reparación (colocación del parqué y reforma de la cocina y baño, unos 78.000 euros): El escandalazo consiste en acusarlo de no haber saldado todavía, después de seis meses, la deuda con esa empresa.

En un principio he pensado que la cosa iba de otro aviso más del grupo PRISA al PSOE a cuenta de la guerra del fútbol que libra con MEDIAPRO (La Sexta). Esto es un anticipo de lo que puedo hacer si seguís apoyando a mis enemigos. Pero la cosa parece más miserable aún. Pla debía haber dimitido, tras sus fracasos electorales en la Comunidad valenciana, en favor del recientemente aterrizado ex ministro Jordi Sevilla. Como el hombre se resistía, la SER en comandita con el PSOE de Madrid, y con el apoyo de EP, le monta esta escandalera para que se vaya. Todo muy parecido a lo que ya ocurriera en otro tiempo con Pilar Miró. ¡Qué vergüenza y qué asco que los periodistas se presten a realizar estos trabajos tan sucios!

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