Cómo llamar a este exceso que ya se prolonga más de una semana, cómo llamar a esta atención continuada, a esta focalización sin descanso de los periodistas, de los programas basura de la televisión, pero también de la prensa que se dice seria, cómo llamar a esta presión sobre los jueces para que actúen, no según criterios jurídicos, racionales, sino atendiendo a razones emocionales, cómo llamar a esta sobreactuación de países extranjeros que requieren acción y contundencia, cómo llamar a las asociaciones, partidos, personalidades que convocan manifestaciones para presionar, cómo llamar a este amedrentamiento, a esta persecución, a este linchamiento del viajero racista, a este encausamiento del testigo por no hacer lo que ellos tampoco habrían hecho, cómo se sorprenden después de que sus vecinos lo acosen, cómo llamar a esta agitación de las emociones, que sataniza de inmediato a quien no se ponga en camino.
¿Llamamos populismo a este amedrentamiento, a esta presión para que se encarcele, para que el fiscal y el juez hagan lo que la calle pide? ¿Bastará un solo individuo, ofrecido en sacrificio, para exorcizar lo que tanto miedo nos da? ¿Por qué este el individuo y este el caso? ¿No ha habido casos más graves de maltrato a inmigrantes, algunos protagonizados por la propia policía, la mano del Estado? ¿Por qué se agita ahora este fantasma? ¿Por qué con tanta pasión?
Qué sucederá cuando no sea a un sólo individuo a quien se considere culpable, cuando sea un grupo entero; qué sucederá cuando todos los medios disponibles (prensa, radio, televisión, periodistas, políticos, profesores...) apunten en la misma dirección, quién se atreverá a desviarse, a opinar en contra.
¿No es esto una suerte de fascismo, un fascismo blando, por el momento? Qué fragilidad la de la sociedad civil, qué fácil dirigirla en una dirección. Qué miedo da. De que poco ha servido la experiencia del siglo XX.
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