El virus de la ira ha invadido Gran Bretaña con tal virulencia que ha exterminado toda su población. Tan sólo quedan algunos supervivientes. El ejército americano controla la nueva situación. El distrito central de Londres está a salvo, la gente puede volver para repoblar la ciudad. Fuera de ese distrito las cosas no parecen seguras, hay cadáveres que aún no se han recogido y no se permite que los recién llegados se aventuren más allá de la zona protegida. Sin embargo, dos niños recién llegados quieren ir hasta su antigua casa, una adolescente y su hermano más pequeño. Este es la imagen de la inocencia, es decir, el vehículo que en las pelis y novelas de género sirve para extender –o explicar- el incomprensible mal.
28 semanas después es una película de zombis con formato de película de acción y como película de zombis se presta a la alegoría: la masificación, las familias que ya no son lo que eran, la inseguridad, la desconfianza hacia los desconocidos que son casi todos en una ciudad moderna, el individualismo extremo, el terror que acecha detrás de cada esquina.
Juan Carlos Fresnadillo ya había hecho una película interesante, Intacto, también de acción, donde mostraba su sello personal y su dominio técnico. Ahora le han dado la oportunidad de hacer una continuación de 28 días después de Danny Boyle y cumple, sorprendiendo a los críticos americanos e ingleses y con taquillazo en ambos países. Sabe dotar a su nueva película de un gran ritmo, con escenas trepidantes y diálogos, los justos para subrayar la acción. Desde un comienzo, brutal muy bien contado, un grupo de gente asediada por los zombis y el instinto de supervivencia como única arma para no perecer, hasta las escenas finales, poéticas pero aterradoras, con el fondo de
Me gusta cómo trata el género. Los zombis apenas aparecen, si no es como masa amenazante o como rumor o movimiento y las vísceras se ven, pero lo justo. La violencia sólo se sugiere, hay escenas brutales, y muchas, pero aparecen difuminadas por atmósferas sombrías o por un montaje que apenas se detiene en lo escabroso. No se puede decir que haya protagonistas, sólo personajes que quieren sobrevivir y que de un plano a otro pasan de supervivientes a infectados, devorados por la ira y ellos mismos devoradores, hasta el punto que en el momento más dramático supervivientes e infectados se mezclan y el general que está al mando del ejército toma la decisión de exterminarlos a todos para que el virus no se propague. Quizá Fresnadillo abuse de la cámara de mano, con poca luz, a veces mareante, especialmente en las escenas finales de la ciudad a oscuras, del metro ciego, pero es su forma de trasmitir el miedo, por la visión deformada de la realidad del punto de vista subjetivo.

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