lunes, 11 de junio de 2007

Elizabeth Siddal

Si Shakespeare rescató a Ofelia de las brumas históricas para convertirla en el ideal de la mujer que enferma y muere de sentimiento, Elizabeth Eleanor Siddal fue una persona real muy próxima a nosotros, rescatada de una vulgar sombrerería londinense, hacia 1850, para ser la modelo preferida por los pintores y poetas de la Hermandad Prerrafaelita. Estos, inflamados por las leyendas medievales, decidieron vivir en un tiempo que no era el suyo, voluntariamente enajenados del presente. La Hermandad abominaba del academicismo que imperaba en Inglaterra para volver lo ojos al detallismo y al colorido de los primitivos italianos y flamencos, anteriores a Rafael. Trastornada por la separación de su enamorado Hamlet, a que se ve forzada, Ofelia se había arrojado a la corriente del río:Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían, la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo, la muerte, llena de angustias”. John Everett Millais, seducido por la fuerza de estos versos, quiso convertirlos en pintura. Construyó una imagen más potente que la del propio Shakespeare, anticipándose a una época que valora más las imágenes que las palabras.

Elizabeth Siddal, la modelo de la Ofelia de Millais, se entregó al mito y permitió que el pintor la tuviese durante horas bajo las aguas frías de una bañera. Enfermó. Durante toda su vida no supo liberarse de los males del cuerpo ni de los del alma. Luego, Dante Gabriel Rossetti, miembro fundador de la hermandad, quiso hacerla suya, y ella a él. Rossetti se enamoró de la belleza pálida y de la expresión sombría y serena y en especial de su mata de pelo rojo. Vivieron algunos años juntos antes de decidir casarse. El inestable y ardiente Rossetti siguió buscando frágiles modelos de las que enamorarse, la dedicación a la poesía y a la pintura no sustrajeron a Lizzie de los celos. Llegó a arrojar al Támesis los retratos que Rossetti dibujaban de otras mujeres. Por fin, en 1860 se casaron, pero la vida no estaba dispuesta a hacerlos felices. Un año después Lizzie dio a luz a una niña muerta. No se recuperó del golpe, se pasaba horas meciendo la cuna vacía. Lizzie se hizo adicta al láudano, droga derivada del opio, de moda en la segunda mitad del XIX. Es verosímil pensar, que un año después, con otro embarazo de por medio, su muerte fuese un suicidio.

Gaspar Rossetti tampoco supo liberarse de las brumas del espíritu. Enterró bajo la larga cabellera pelirroja de su amada una agenda con los sonetos que le había compuesto. Pasó el tiempo, se dedicó, recluido, a la pintura y a la poesía, pero no sanó. Una leyenda, animada por Borges, quiere que el propio Rosseti, amparado por la noche, abriera la tumba y luego el féretro para recuperar los poemas. Los hechos son menos brumosos pero en ocasiones no menos dañinos. Hubo una petición y una autorización judicial y su amigo Charles Augustus Howell, sin la presencia de Rossetti, rescató el manuscrito enterrado legalmente. Howell, con tendencia a la broma, le contó que el cadáver estaba inmejorablemente conservado y su delicada belleza intacta.

Los poemas fueron publicados bajo el título The house of life; el libro, condenado por la crítica por su erotismo y Rossetti, obsesionado por la exhumación, vivió el resto de su vida entre alcohol y drogas. Abrumado por la culpa, también él, una década después, intentó suicidarse bebiendo una botella de láudano, pero otra vez los hechos no se ajustaron a lo que el mito esperaba y la muerte sólo lo visitó en 1882, veinte años después que a su amada Lizzie. De esta historia quedan pinturas, poemas, relatos y películas.

Así veía Arthur Rimbaud la Ofelia de Millais (1870)

Et le Poète dit qu'aux rayons des étoiles

Tu viens chercher, la nuit, les fleurs que tu cueillis,

Et qu'il a vu sur l'eau, couchée en ses longs voiles,

La blanche Ophélia flotter, comme un grand lys.

Y así evoca Elizabeth Siddal la atmósfera de Ofelia en su poema A Year and a Day


The river ever running down
Between its grassy bed,The voices of a thousand birds
That clang above my head,
Shall bring to me a sadder dreamWhen this sad dream is dead.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Gaspar Rosseti?. Demasiados carruseles deportivos en el cuerpo, amigo.
Buen artículo, de todas formas.
Un saludo