Los griegos comenzaron a acordarse de sí mismos en el momento que inventaron la historia. Antes de saber de sí mismos relataban los hechos de la épica y de la tragedia. Este recuerdo vinculaba el relato a la ciudad y sus fiestas. En Atenas, por ejemplo, la fiesta de las Panateneas, en la que durante tres días se recitaban los poemas homéricos.
Los héroes épicos no se parecen a los protagonistas de las novelas modernas. Estos tienen una identidad, exterior e interior; se les reconoce una vez que han sido descritos. En cambio aquellos aparecen en relatos distintos y según sea cada historia así se mostrarán ellos, sin identidad definida, sin coherencia. Los héroes son gente extraordinaria y sus hechos son extraordinarios.
Hesíodo en Los Trabajos y los Días, inspirándose en los relatos orientales, habla del gene, del linaje de los hombres. “Al comienzo los hombres eran mejores que en el presente”. Hubo cinco edades: la edad de oro, la de plata, la de bronce y la de hierro, la nuestra. Entre la edad de bronce y la de hierro existió la edad de los héroes. El linaje divino de los hombres divinos, los semidioses. Los héroes tenían la diké, la justicia. De hombres heroicos, linaje divino. De su lado divino provienen sus grandes gestas; de su lado humano, la mortalidad.
Héctor pelea y triunfa. Cuando vuelve del combate se encuentra con tres mujeres, Hécuba, su madre, que le dice que disfrute del vino, pero Héctor lo rechaza para no perder la lucidez, para seguir fuerte, centrado en el derramamiento de sangre. Después es Helena quien recibe al héroe, que lo ve como el opuesto a Paris, que se esconde entre mujeres de la guerra. Y por fin, Andrómaca, su mujer, que le pregunta si no le importa dejarla viuda y a su hijo huérfano. Héctor le responde con el aidos, el sentido de la vergüenza, del honor, le dice que busca el respeto, lo que no tiene su hermano Paris.
Para los que defienden que lo importante en
Cuando todo parece perdido para los aqueos, aparece Patroclo, el amigo que combate con las armas de Aquiles. Héctor lo mata y se lleva sus armas, no así sus inmortales caballos, regalo de los dioses a Aquiles. Los caballos lloran la muerte de Patroclo. (Cavafis en un poema dice que los dioses no debían haber hecho ese regalo a los hombres, para que los caballos no viesen su fragilidad). En el momento de la gloria mayor de Héctor su estrella declina y emerge la de Aquiles.
Aquiles entra en combate con toda la desmesura del héroe antiguo. Es el fuego que todo lo devora. Mata hombres y lucha contra los ríos, contra Escamandro, el río que protege Troya. En el canto XXII, Héctor huye de su suerte, dando tres vueltas alrededor de la ciudad, pues sabe que va a morir. Aquiles le sigue como un autómata. Pero los dioses ya han decidido, por intermediación de Tetis, a favor de Aquiles. Engañan a Héctor y éste se detiene y planta cara a Aquiles. Aquiles lo mata, recoge sus armas, lo arrastra con su carro e impide que lo recojan los suyos para que lo sepulten con honra. Lo deja a merced de perros y buitres. Pero los dioses preservan a los héroes. Tras los funerales de Patroclo, en que todo arde, hombres y animales vivos, Príamo, el padre de Héctor, acude en la noche a la tienda de Aquiles para suplicar por el cadáver de su hijo. Los viejos en
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¿Hay diferencias entre los héroes de la épica y los de la tragedia?
Los héroes de la épica forman parte de un relato que se cuenta en tercera persona. No tienen correlato histórico o al menos no lo conocemos. Los héroes de la tragedia forman parte de un discurso en primera persona, delante de la ciudad que les juzga. Y hay un correlato histórico, las instituciones anteriores al siglo V. Los ciudadanos griegos iban al teatro a emitir un juicio, no estético, sino total. El ciudadano aprende en el teatro lo que no ha de hacer, conoce los límites de lo humano. El teatro griego es una fiesta, la fiesta de Dionisos, dios de la transformación. El ciudadano se transforma en el teatro, no va a pasar el rato, siente la palabra con el cuerpo.
A l'entorn d'Homer. Herois al voltant de Troia. Carles Miralles.
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