domingo, 10 de junio de 2007

China: el capital comunismo

Pocas cosas resultan tan hirientes y humillantes como cuando el maltratador desde su posición de poder disfraza su violencia con el “lo hago por tu bien”. Trasladado a las ideologías o sistemas de coerción social se traduciría por aquello de “aguanta tu padecimiento en este valle de lágrimas porque serás recompensado en la otra vida” o bien “obedece al partido, no seas crítico, porque estamos laborando por la justicia final". Es fácil controlar de ese modo al ser querido que está en situación de inferioridad o al militante utópico que no quiere verse excluido de la iglesia o apeado de la comunión de los justos. El liberalismo que sustenta las democracias modernas, con todos sus defectos, permite al hombre no depender de nadie. Esa autonomía como contrapartida ocasiona a veces pobreza o soledad, pero poder disponer de la propia mente y del propio cuerpo es la conquista más grande de la modernidad. Es en las sociedades premodernas o en fase de modernización donde se ve lo que en otro tiempo ocurrió en Europa, la acumulación salvaje de capital a costa de la esclavitud de los cuerpos o de las almas. Y se hace a la vista de todo el mundo, sin disimulo alguno. En La Rusia de los años de Yeltsin los clérigos del partido reconvertidos en capitalistas desmantelaron el estado de la noche a la mañana en su propio beneficio. Lo que el día anterior era lucha por el socialismo a la mañana siguiente fue defensa del liberalismo y del mercado libre. El sometimiento de la población es más perverso si cabe en la China actual: en las enormes zonas rurales se esclaviza a la población con el repugnante discurso de la igualdad y la colectivización; en las zonas capitalistas del Pacífico el sometimiento se justifica con el progreso científico técnico, que proporciona el mercado, para engrandecer a la nación. Veamos algunos ejemplos de cómo funciona el capitalcomunismo chino.

Exclavitud. La policía de la provincia china de Shanxi, en el norte del país, rescató a 31 trabajadores que vivieron durante un año en situación de esclavitud en una fábrica de ladrillos, propiedad del hijo de un algo cargo local del Partido Comunista.

Sistema sanitario de pago. Los centros sanitarios se niegan a aceptar a los enfermos salvo que puedan hacerse cargo de los gastos. Y antes de ser recibido por el médico, el personal de recepción exige al visitante que desembolse la cantidad correspondiente. Además, se quejan los chinos, de que, como ocurre en otros países de Asia, para ser bien atendidos, tienen que dar sobres con dinero a los médicos y a su equipo. El 90% de la población rural y el 60% de la urbana no tienen cobertura sanitaria. El 40% de la población no va nunca al médico porque no puede hacer frente a la factura. Pekín pretende cambiar esta situación, porque dice que es clave para impulsar el consumo interno, y por tanto la economía.

La euforia farmacéutica ha creado grietas en el sistema, con compañías que fabrican medicamentos falsos y empresarios poco escrupulosos que han sobornado a los funcionarios de la Administración Estatal de Alimentos y Medicinas para registrar sus fármacos sin necesidad de ensayos, lo que ha provocado decenas de muertes en los últimos años.

La glicerina del centenar de muertos. Las autoridades aduaneras panameñas han reconocido que la importación desde China de supuesta glicerina para la elaboración de jarabe expectorante causó una intoxicación masiva, que se ha cobrado hasta la fecha un centenar de vidas en el país.

Los fármacos falsos o que no cumplen las normativas han causado docenas de muertos en China en los últimos años. Un empresario del sector cuenta cómo, hace pocos años, conoció al dueño de una fábrica de Xian (capital de la provincia de Shaanxi), que producía copias de Viagra, el medicamento contra la disfunción eréctil del grupo estadounidense Pfizer: "Su sistema consistía en comprar Viagra original y combinar en los envases una pastilla buena por cada tres falsas. Decía que, así, el tratamiento funcionaba a veces, y que cuando no funcionaba porque había utilizado una de las pastillas malas, el cliente pensaba que era un problema suyo".

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