sábado, 5 de mayo de 2007

Mi alma no te la doy

En la discusión sobre asuntos públicos deberían evitarse en lo posible las implicaciones personales, como no fuera la idoneidad de los políticos que nos representan. Pero ese es precisamente el problema del nacionalismo que lo convierte todo en un asunto personal. El nacionalismo no quiere convencernos de la bondad de sus propuestas, no quiere una discusión racional sobre cómo organizar la vida pública o resolver los problemas, quiere nuestra alma, exige la adhesión incuestionable para ser de los nuestros. Por eso no admite crítica, porque el suyo no es un asunto de cabeza, es un asunto del corazón. Y por eso es victimista, porque lo suyo son las emociones y los sentimientos, no las razones, y no alcanza a comprender que alguien no nos quiera o tenga sentimientos contradictorios con los nuestros (¡que se vayan!). Pero la democracia, que es el lugar donde nos encontramos todos para convivir, cada uno con sus rarezas, obsesiones, ilusiones y deseos, no puede ser más que un terreno de juego con reglas estrictas e iguales para todos, donde no se permita el chantaje (la violencia de ETA o de Batasuna, por ejemplo) y donde unas ideologías no sean superiores a otras porque se presuponga su superior bondad (socialismo, nacionalismo, islamismo. Aún colea el enorme error del pacto del Tinell). Ya no hay atajos por encima de la voluntad de la gente (revoluciones, dictaduras); en Europa nadie quiere revivir los horrores del siglo XX.

Si el nacionalismo no quiere ser contaminado por la violencia que ejerce o ha ejercido alguna de sus ramas no debería dejar pasar ni una. De lo contrario siempre quedará la impresión de que aquel adagio de Arzalluz dirigido a ETA, vosotros moved el árbol que nosotros recogemos las nueces, sigue vigente. El nacionalismo debe hacer lo que los partidos socialistas hicieron con respecto al marxismo (Bad Godesberg; Suresnes), cuando se convirtieron en socialdemocracias, o la derecha después de la guerra, alejándose de su pulsión autoritaria (las viejas derechas italiana y alemana convertidas en democracias cristianas; Aznar refundando Alianza Popular en Partido Popular) que no quede en ellos ni rastro de desconfianza hacia la democracia, ni la voluntad de imponerse por la fuerza. Los nacionalistas deben admitir que otros partidos pueden competir con modelos sociales y políticos adversos al suyo y que eso sólo se dirime en las urnas y, con buenas artes, en la plaza pública.

Por mi parte, lo siento, pero no tengo el alma de Asha Miró.

**

Héroes. Dedicada una calle a un condenado por el asesinato del industrial Bultó. El ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló ha dedicado una calle a Jaume Martínez Vendrell, hijo de la población y condenado a 12 años de cárcel por complicidad con el asesinato en 1977 de José María Bultó, presidente de Ercros, por parte de un grupo armado independentista del que Martínez formaba parte. Bultó murió al explotarle el artefacto que los cuatro miembros del grupo de Martínez le pegaron al pecho tras pedirle 500 millones de pesetas y advertirle de que no se lo quitara, que lo harían ellos cuando pagara la extorsión.

**

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu comentario sobre el nacionalismo. No puedo estar más de acuerdo. Va bastante en la línea de mi pensamiento sobre los nacionalismos.

Te agradecería que copiaras la imagen que tienes en la parte superior y la colocaras directamente en tu servidor, o bien hicieras referencia de donde la has obtenido. No te lo digo por la imagen en si, para la que su desarrollo no puse demasiado cariño, es muy cutre :), sino porque está "mal visto" colocar una imagen (u otro objeto) enlazándolo y/o sin referenciar.

¡Un saludo!