lunes, 7 de mayo de 2007

El buen pastor

El nudo de la película son las relaciones paterno filiales y el contexto, la historia de la CIA desde sus comienzos, antes de que se llamase como tal, desde la Segunda Guerra Mundial, hasta la actualidad, con especial hincapié en el asunto de la Bahía de los Cochinos, en Cuba. Robert de Niro como director adensa la trama en dos momentos cruciales: al comienzo, cuando un padre, que siente que le ha fallado a su familia por su propia debilidad, se suicida, no sin antes hablar a su hijo de la lealtad, del honor, de la verdad y la mentira; y al final de la historia, cuando el hijo, convertido en padre, ha de decidir, en medio de una gran presión, si opta por su país (es decir, su carrera) o por la vida de su hijo, que se ha visto implicado involuntariamente en una revelación que supone una traición. Entre esos dos momentos asistimos a una trama que recorre la historia de la guerra fría, a la manera de Le Carré o de Graham Greene, con espías desgarrados entre el deber profesional y la vida familiar que no saben o no pueden dominar. La película con una cadencia lenta de enredos de espías es ambiciosa, con referencias a la literatura y al cine, y puede dar gusto a los amantes del triller o a los que buscan las revueltas psicológicas de dramas tipo Al Este del Edén o El Padrino. Sin embargo, entre la peli de género y el drama con sustancia, De Niro opta por lo más fácil, por lo que le falta la hondura que tienen por ejemplo las pelis de Clint Eastwood. El desarrollo del tema principal, como los muchos personajes que aparecen, están abocetados y los diálogos son demasiado cortantes como para que el espectador se detenga más allá del primer efecto. Los muchos actores famosos que aparecen, entre ellos el propio De Niro, apenas tienen tiempo para decomponer el rictus de sus esquemáticos personajes. Lo mismo le ocurre al omnipresente Matt Damon, que resuelve con el mismo careto todas las situaciones.

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La resaca de las presidenciales francesas. Algunas perlas.

Gil Calvo: “parar los pies al presidencialismo bonapartista del nuevo pequeño corso

Carlos Fuentes: “El candidato derechista representa a un movimiento sin memoria, tan "brutal" como lo ha calificado Ségolène Royal, fundando en la preeminencia del dinero y la sacralización de la competencia por encima de la solidaridad. A esta deriva, Sarkozy ha añadido derrumbamientos alarmantes en contra del trabajador migratorio, y a favor de la fuerza policial, con tintes de racismo y desprecio hacia la pegre, la chusma, básicamente negra y árabe, que en mala hora fue despachada de los barrios centrales de París a los desiertos urbanos y multifamiliares”.

Joaquín Estefanía: “Más discutible fue la presencia de algunos intelectuales franceses que antaño apoyaron Mayo del 68, en la tribuna del mitin ( de Sarkozy) desde la que se lanzaron las consignas exterminacionistas”.

Y el retrato de los candidatos por parte de EP: Sarkozy o la sed de poder” , “Royal contra todos”.

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