
Nos ofrece el viejo Chabrol una, más que inteligente, sabia película sobre la sucia espuma del éxito, a propósito de los estrechos lazos entre la judicatura y las finanzas. Una juez inquieta y amiga de las portadas como el juez Garzón da con un caso de malversación y dispendio de caudales públicos del que espera obtener tanto notoriedad como rabiosa justicia. A mano no tiene más que algunas sospechas, indicios circunstanciales y el poder que le otorga ser juez. A ello se aplica encarcelando a quien le viene en gana para de ese modo obtener información que pueda ser utilizada para cobrarse piezas mayores. De ese modo manda a la celda de una prisión a un director de una empresa pública. Contrafigura de la juez es un ejecutivo que hereda la presidencia del encarcelado y que está dispuesto a hacer de garganta profunda para sus intereses particulares. La peli es un thriller judicial (europeo) contado con ritmo y maneras de vodevil, es decir una broma, una pedorreta de un director que se las sabe todas, no sólo de cine, sino también del mundo del espectáculo que es la política. Los personajes son figurones del poder, política, finanzas, justicia –la prensa tan sólo es un rumor que está a su disposición-, o personajillos que, como las situaciones, pintadas con brochazos gordos en breves escenas, le sirven para describir la atmósfera de componendas y corrupción que es la vida pública en nuestras actuales sociedades. Hasta los nombres escogidos son vodevilescos, Charmant Killman, Sibaud, Delombre... Está cantado que la impetuosa juez no llegará más allá de donde los viejos –y jóvenes- urdidores le permitan, le pueden dar cuerda o ahogarla con ella. Aunque el ritmo es vivo, la atmósfera es fría, helada casi. Las emociones son cortantes, las propias de los enfebrecidos por el poder, que cuentan sus triunfos por los escalones ascendidos o por las vidas cobradas. Las relaciones humanas son todas falsas y las personas sólo cuentan en cuanto pueden ser utilizadas. Quienes podrían representar una vida afectuosa, como el marido de la juez, son personajes perdidos en un mundo que les devora. La peli de Chabrol no es una película pesimista, es más bien un exabrupto, un ¡ahí os quedáis! o ¡a la mierda con todo!
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