domingo, 20 de mayo de 2007

El persuasivo y el retórico

Un tema presente en muchos escritores es el del contraste o la contradicción o el paralelismo entre la vida y la escritura, tema con múltiples variantes que van desde la identificación del escritor con sus personajes hasta la relación de la ficción con la realidad. Los escritores se interrogan por el valor de lo que hacen y a menudo caen en una especie de melancolía porque la mayoría de ellos ven la vida detrás de los cristales y se inventan personajes para imaginar a través de ellos lo que no pueden vivir.

Claudio Magris ya desde El Danubio redujo la humanidad a dos grandes tipos, el persuasivo y el retórico, denominaciones que no sé si son las más adecuadas para describir al hombre que vive la vida despreocupadamente y al que la cuenta. Borges quizá tenga las páginas más agudas al respecto, pero es el propio Magris quien dedicó un libro entero, Otro mar, al tema. Trata de dos amigos, Carlo y Enrico, que encarnan esos dos modelos. Dividido en tres partes, las tres edades de la vida, aprendizaje, madurez y decadencia, trata el autor de encarnar su teoría en los dos amigos con tan diferentes actitudes frente a la visa. Carlo se convierte en escritor y publica un libro que se titula La persuasión y la retórica. La persuasión es la posesión presente de la propia vida y de la propia persona, la capacidad de vivir plenamente el instante, por el contrario, la civilización sería la historia de los hombres incapaces de vivir persuadidos, que construyen la enorme muralla de la retórica, la organización social del saber, para de ese modo ocultarse a sí mismos la visión y la conciencia de su vacío. Carlo proyecta en su amigo el tipo tomado por la vida que a él le gustaría ser; Enrico, incapaz de dar el tipo, cruza el Atlántico y se pierde en la Patagonia. Al final, la vida que aparece en la novela de Magris, no confirma esa clasificación dual de los hombres, las obras de Carlo son pasto de filólogos y Enrico por más que se empeñe en ser fiel a lo que su amigo espera de él no acaba de vivir una vida propia, despreocupada, entregada al instante.

Excesivamente cargada de ideas y de la necesidad de ser significativa –el contexto es la primera guerra mundial, el final del imperio habsbúrgico, el triunfo del comunismo- la novela naufraga. Magris es un gran erudito y como tal es en los ensayos donde encuentra el cauce para que el lector disfrute, en cambio en sus intentos novelísticos el peso de su saber no permite que la escritura fluya.

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Bernard Kouchner es uno de los personajes más famosos en Francia y del mundo de las organizaciones compasivas. Fundó Médicos sin frontera y fue ministro socialista varias veces. Quizá era el mejor candidato socialista a la presidencia, se barajó su nombre antes de que Ségolène arrasara en las primarias, pero sus compañeros de partido no le dieron chance. Ahora Sarkozy, con rechinar de dientes socialista, lo convierte en ministro de asuntos exteriores. EP no se lo toma bien, dice el corresponsal: “Lo cierto es que Kouchner, al margen de si estaba o no al corriente del pago de sus cuotas, nunca fue un socialista clásico, por más que formara parte de varios Gobiernos socialistas”. Y el editorial: “Este fichaje dice mucho de la habilidad de Sarkozy para la maniobra política, y poco de la integridad intelectual y política del nuevo ministro”. Creo que Sarkozy en lo sucesivo debería consultar a los departamentos de socialismo auténtico y de integridad moral de EP, antes de tomar cualquier decisión, si no es así pronto su prestigio caerá por debajo del club de las Azores.

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