Me interesaron las imágenes plásticas que sobre el escenario creaban los actores, los cantantes y especialmente el coro. No sé si siempre ha sido así, no tengo gran memoria de las óperas representadas (no es lo mismo oírlas o verlas en vídeo), pero parece que es una cosa reciente, que hay una gran influencia del cine a la hora de crear instantes, jugando con las masas, la luz y los colores, con una gama reducida entre el negro, el blanco y el gris, que queden en la retina del espectador. Algo parecido sucedía con la reciente Bouleard solitude, aunque en este caso la plástica era la de masas, menores, en movimiento incesante. En esta Khovantxina los movimientos de masas tienen tendencia a crear imágenes estáticas, no sé si para responder al tópico de
De igual modo parece imponerse el minimalismo decorativo (una gran estructura arquitectónica que sirve de marco y empequeñece a los actores), pocos elementos pero con fuerte carga simbólica (por ejemplo las velas encendidas de los creyentes en la última escena que representan su fe y la hoguera a la que se entregan colectivamente), y la sobriedad en el vestuario, oscuro e intemporal.
Junto con la plasticidad de las masas, en esta ópera el coro es el gran protagonista. No es que no fueran interesantes las voces, especialmente las de los tres protagonistas de la rebelión (la ópera, estamos en 1682, se resume en una triple rebelión de la vieja Rusia ante la modernización que impone Pedro I el Grande, la de los boyardos, la de los viejos creyentes, secta cismática, y la de la casta burocrática), pero es la masa del coro, que recuerda a los cantos ortodoxos, quien mejor representa a esa vieja Rusia que se resiste a desaparecer. La historia cuenta poco en esta ópera, tanto para Mussorgski como para el dramaturgo, el espectador se deja arrebatar por lo que ve y por lo que oye, no tanto por la reflexión por lo que está sucediendo, por eso digo que domina la representación plástica, lo propio del arte.
Claro que estoy decepcionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario