jueves, 3 de mayo de 2007

Airs de Paris

“Yo estaba sentado en el suelo, cerca de la puerta. Tenía cuatro años. Mi madre pasea, nerviosa, de la cama a la ventana. Es muy desdichada. Él le grita, desde la cama. Debe de ser muy duro lo que le dice, porque estalla en sollozos. De repente se dirige rápidamente hacia el tocador, toma el vasito de plata que le habían regalado, para mí, el día de mi bautizo. Vierte en él un frasco entero de tintura de yodo que se desborda, como lágrimas, como sangre, y mancha la plata. Se lleva el vasito a la boca. Él se ha levantado ya, a grandes zancadas, y detiene la mano de mi madre. El vasito, que todavía conservo, está lleno de manchas indelebles. Es probable que mi madre no tuviese la intención de envenenarse; sabía que él iba a impedírselo. Sin embargo, esa escena se ha grabado en mí, y el horror que me produjo en su momento nunca ha podido ser tranquilizado por la razón. Si soy como soy y no de otra manera, todo lo debo a este hecho inicial, o mucho. Determinó en mí un sentimiento de desgracia: la seguridad de que no podemos ser felices. Todavía veo a mi madre, despeinada, la cara contraída; oigo todavía sus sollozos”.

Para qué sirve la literatura. Se obtiene placer frente a un texto bien escrito o frente a una historia en la que nos reconocemos o que desvela cosas que ya sabíamos pero que no llegaban a la conciencia con claridad. Quizá eso sea al principio, cuando uno es joven. Más tarde, uno desconfía de la propia literatura, de sus reconstrucciones, como en este texto, ¿cuánto de verdad hay en los recuerdos que la memoria recupera? ¿Puede uno hacerse hombre sobre la desgracia desvelada a los cuatro años, puede uno decir tan tempranamente que nunca será feliz? A lo que se ve aún hay crédito para la estética de la tristeza.

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También los museos cuentan mentiras o se las creen o hacen que sus incautos visitantes paseen arrobados ante obras que nunca pretendieron ser artísticas, sino mas bien al contrario.
Así, el Pompidou tomándose en serio a Marcel Duchamp y abriendo una expo con una de sus burlas. Con el título Airs de Paris, hace referencia a ese pequeño frasco de cristal, vaciado de su líquido y sellado de nuevo, que Marcel Duchamp envió a sus amigos coleccionistas Louise y Walter Arensberg, un matrimonio neoyorquino, con una inscripción que les garantizaba que el contenido del mismo era genuino "aire de París".

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Y los políticos tomando por ciertas las ensoñaciones de adultos eternamente adolescentes. El error de Tony Blair: ¿Está Escocia al borde de la independencia?

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O aquellos otros que juegan con el ocio, la necesidad de emociones fuertes y la rala justicia (instinto de venganza) hacia los ricos y famosos. ¿Hacía falta todo este montaje?Otra versión de la noticia:

Detienen a Isabel Pantoja horas después de que Zapatero visite la comisaría donde ha pasado la noche.

Recién salida del horno:

Isabel Pantoja, en libertad tras depositar 90.000 euros de fianza

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