sábado, 3 de febrero de 2007

Llamar a las cosas por su nombre

La primera norma para solucionar problemas es llamar a las cosas por su nombre. Difícil cuestión en tiempos de neolenguas o enmascaramientos de la realidad. Hoy en El País, el notario López Burniol llama al problema vasco por su nombre. España tiene un grave problema con el País Vasco, la voluntad de secesión por parte de los nacionalistas. Cuando el gobierno negocia con ellos siempre termina por aparecer el tema de la autodeterminación, con el objetivo de fondo de la independencia. Lo que pasa es que hay otra cara de la moneda, que los nacionalistas vascos también tienen un problema y es que al menos la mitad de los vascos no quiere saber nada de independencia. ¿Hay solución pues? Un gobierno valiente plantearía al Parlamento una de estas dos opciones, o completar el proceso federalizante del sistema autonómico, y después hacer cumplir la ley, o bien asumir la autodeterminación con todas las consecuencias, pero sin aceptar esa especie de confederación que proponía el plan Ibarretxe, lleno de ventajas para el País Vasco, pero de desventajas para el resto de España.

López Burniol acaba con una cita para la melancolía. Es de Ralf Dahrendorf: "El nuevo regionalismo, que suele defenderse con pasión y no pocas veces con violencia (...) es el fruto (...) del deseo de homogeneidad étnica (lingüística, religiosa). Su principio fundamental es la delimitación: hacia fuera, frente a los vecinos 'extranjeros'; hacia dentro, frente a las minorías 'extranjeras'. (...). De ahí que, si el intento tiene éxito, los más beneficiados sean los activistas, no el pueblo".

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Yaye Bayem es una mujer senegalesa que también quiere llamar a su problema por su nombre, aunque quizá aún no ha encontrado las palabras adecuadas. Como muchas otras mujeres de su país, no puede acercarse al mar, porque, como ellas, cree oír la voz de su hijo muerto, que le suplica que lo saque del agua. Yaye Bayem, sin embargo, se armó de valor y convenció a sus vecinas para que trabajaran. "Les dije que no podíamos estar siempre llorando, porque de esa manera sólo lograríamos ser aún más pobres". Así es como esta mujer de 48 años fundó la asociación Madres y Viudas de los Cayucos, que ya agrupa a 550 familias de Thiaroye. Y añade: "Las mujeres sabemos organizarnos. Los hombres senegaleses son incapaces de hacerlo, y además no les interesa". Su organización impulsa el sistema de microcréditos para acabar con la emigración clandestina que, a su juicio, "pone en peligro la construcción de Senegal". "Senegal", dice, "debe ser construido por y para los más jóvenes. Si ellos parten, el país no será construido, y nosotras y los niños seremos las víctimas". Estos días está en España recabando ayuda para que su organización tenga éxito.

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