Prometía, pues, la conferencia del profesor Charles Melas, Erec y Enide: de Vázquez Montalbán a Chrétien de Troyes, un juego de espejos entre los dos Eric y Enide, el medieval de Chretien de Troyes y el posmoderno de Vázquez Montalbán, pero habló, fuese y no hubo nada. Un breve resumen de la novela contemporánea, una mención de los episodios que se repiten y de algunas equivalencias en los nombres bastó al erudito de Ginebra para despachar a nuestro compatriota y enredarse en un juego de resonancias fonéticas y semánticas lacanianas que dejó al público algo decepcionado. Aliteraciones, paralelismos, correspondencias numéricas servían de base para la interpretación de los personajes y temas principales que si en Chretien de Troyes aparecen como construcción de lo que comienza a ser la materia de Bretaña, en Vázquez Montalbán se van más bien deconstruyendo por utilizar un lenguaje poslacaniano. Pero ese paralelismo, desgraciadamente, se nos ha negado, bien porque el erudito en cuestiones medievales no estuviese puesto en la burla o parodia o juego metaliterario de la novela de Montalbán, bien porque no creyese en ellas. Y ha sido una lástima porque había realmente juego. Durante un instante pareció que aceptaba las cartas cuando se reconoció como personaje en la novela de Montalbán, como también a la propia Victoria Cirlot, organizadora del ciclo, pero fue mención sin mayor trascendencia.
La única aportación de la novela de Vázquez Montalbán que al romanista ginebrino parecía valerle es la idea del Erec y Enide de Chrétien como libro abierto a la reinterpretación a lo largo de los siglos. El lector que hace suyos los personajes medievales y los convierte en contemporáneos.
La hora fugit es el leitmotiv que conduce la trama novelesca. Pero si para el autor de la novela medieval el amor de los héroes puede con la muerte en su perduración literaria, no es así en la posmoderna, donde los personajes se hacen viejos y cansados y el tiempo derrota al amor que parecía perdurar. También es diferente el tratamiento de la pasión amorosa (en la recreance o la memoria de que hablaba el profesor), la vergüenza que acomete al protagonista cuando recuerda el momento álgido de su pasión amorosa, porque en la tradición medieval el exceso de deseo por la amada se transforma en lujuria y adulterio. En el gozo está inscrito el dolor o la alegría es una alegría maldita. En la novela de Montalbán, en cambio, esa recreance es conciencia de derrota al comprender que con la edad el deseo permanece, pero choca con la falta de potencia. Otrosí, el lacaniano que busca referentes de Erec (“una novela medieval no se lee nunca sola”), a través del El Romance de Tebas, en el Edipo o en El romans de Eneas o en el de Troya, y a través de ellos en
El profesor acaba diciendo que ya que en la vida el amor no perdura, porque se acaba la pasión o porque llega la muerte, en cambio a través de la literatura se puede tener un acceso privilegiado a la eternidad. La experiencia literaria sería pues una experiencia de la eternidad contra la que el tiempo nada puede, idea que quizá, con sentido común, Vázquez Montalbán no firmaría. Creo que, si pudiese volver atrás en el tiempo, estaría más cerca de aquello que decía Woody Allen , "I don't want to achieve immortality through my work. I want to achieve it by not dying."
Nota al pie. Hombres de voz dura. Uno que aboga razonadamente por seguir manteniendo el diálogo.
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