Más sobre De Juana Chaos. No me interesan las supuestas causas que le llevaron a convertirse en asesino. ¿Qué causa noble resistiría que en su nombre se matara a 25 personas? Seguro que para este hombre la patria vasca es una excusa como podría haberlo sido cualquier otra. Me interesa la persona y su circunstancia, pero no tendría mayor interés la imaginación del novelista reconstruyendo esa historia, acabaría falsificándola, sí me interesa el trabajo del periodista que pregunta y observa los escenarios por donde pasó, el entramado de relaciones por el que ha ido discurriendo su vida, para hacer un relato lo más fiel posible de cómo sucedieron las cosas. Será difícil saber por qué decidió matar, pero es interesante saber de dónde venía y hasta dónde llegó. Un periodista es el que hoy nos descubre cosas sorprendentes sobre este hombre. Hijo de una hija de militar español, nacida en Tetuán, y de un médico de Miranda de Ebro, que hizo la guerra con las tropas de Franco, en la que fue condecorado varias veces, con carné de Falange y de las JONS. Ambos tuvieron dos hijos Yñaqui y Altamira. Iñaqui de Juana de pequeño vivía junto a una casa cuartel. En su patio por las tardes jugaba con los hijos de los guardias civiles, de mayor asesinaría a 17 de ellos. Se había hecho ertzaina, después de jurar la bandera. Huyó a Francia en los 80 y comenzó a matar, hasta 25. Su madre, Esperanza, nunca quiso integrarse en el colectivo de apoyo a los presos de ETA, por más que le insistieran. Su otra hija, Altamira, se casó con un hijo de militar, José María Herrera, asesinado por ETA en 1977. En los últimos tiempos la madre de De Juana Chaos contrajo Alzheimer. La cuidaba, antes de fallecer el pasado 27 de enero, su consuegra, la viuda del comandante asesinado por ETA. Esta no es una historia ejemplar, no nos enseña nada sobe el blanco y el negro, ni sobre zonas grises, sólo es la historia de una madre, una hermana y una suegra con mala suerte, con muy mala suerte, y la de un hombre de quien debe de ocuparse el juez, para que establezca su responsabilidad y le imponga penas proporcionadas, y el psiquiatra, para, si es que puede, poner algo de sentido común en su mente enferma.
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Las palabras del Presidente.
Hubo un tiempo en que creí que no tendría efectos nocivos mirar los chistes de Forges o leer a Gala. Las ideas simples y sentimentales pero falsas de dibujantes y escritores como ellos educaron a toda una generación. Ahora empezamos a ver los efectos. Es el caso de nuestro actual Presidente. Sus frases vacías y retóricas, analizadas por Arcadi Espada en su blog, nos hablan de un político que no utiliza las palabras para que entendamos su política, sino para hacer de la política una especie de escritura, y perdón por el quiasmo, figura retórica al que tan afecto es nuestro Presidente. En algún momento alguien debió sacarle de la confusión Forges/Borges, y desde entonces Zp se dice, literalmente, enfermo del gran escritor. Esa enfermedad puede explicar que sus ideas tipo Forges las revista como si fuesen de Borges. Me pregunto, y temo, qué pasará cuando los que ahora se educan en la actual programación televisiva alcancen responsabilidades políticas.
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