En su simplicidad ambas recuperan aquella ingenuidad de las películas de genero de hace varias décadas, olvidándose del complejo antihéroe moderno, el perdedor de los setenta y ochenta o el cínico de las películas más recientes. Quizá es que estamos entrando en una época que necesite de caballeros sin miedo que con su espada flameante desbaraten las horribles tramas que urden los malvados.
lunes, 5 de febrero de 2007
Apocalypto y El libro negro
Coinciden en las carteleras dos películas de acción que tienen más de un punto en común. Apocalypto de Mel Gibson es una película de aventuras a la vieja usanza, en la línea de los Indiana Jones, El prisionero de Zenda o Las Minas del rey Salomón. El Libro negro de Paul Verhoeven es un thriller con transfondo histórico, la 2ª Guerra Mundial, de larga tradición en los 60 y 70. En las dos el héroe pasa por un sinfín de pruebas de las que con suerte o con coraje irá saliendo airoso. En las dos películas, el sacrificio humano por parte de los mayas o la persecución de los judíos por parte de los nazis son el simple decorado en el que se mueven los protagonistas respectivos. En ninguno de los dos casos la tragedia es fuente de reflexión. En la secuencia de la ciudad maya donde se sacrifican hombres lo que le interesa al espectador es si el héroe podrá escapar con vida de la pirámide donde está listo para ser sacrificado. Lo mismo sucede con la heroína del Libro negro cuando su familia es ametrallada en la barcaza que aparentemente les lleva a la salvación o cuando sea encarcelan en los calabozos del cuartel nazi. Ni siquiera se puede decir que en este tipo de películas haya un tema moral que organice la acción y sobre el que quepa reflexionar, lo que importa es la sucesión de episodios que pongan a prueba tanto al héroe como la resistencia emocional del espectador. En Apocalipto apenas se esboza la idea del miedo como enfermedad del espíritu, que cuando se contrae acarrea de modo inexorable la derrota. En la película de Verhoeven es la traición, y la codicia que incorpora, la que sirve de vago motor del suspense. Así que ni Apocalypto es una película sobre los mayas, ni el Libro negro es una película sobre la persecución de los judíos, pero ambos trasfondos históricos sirven perfectamente a sus respectivos directores para construir un decorado en el que atrapar con facilidad al espectador. La reducción de los mayas al salvajismo (corazones arrancados y exhibidos, rodar de cabezas cortadas, empalamientos) y de la guerra mundial al delirio nazi con los tópicos más populares (ametrallamientos brutales, sexo sucio, codicia) simplifica de tal modo la historia que los héroes pueden ser presentados en toda su bondadosa ingenuidad, sin ninguna posible doblez. Todos sabemos quienes son los malos. Además Mel Gibson juega con un dilema igualmente simple y muy actual, de fácil solución, la vida primitiva perfectamente adaptada al medio natural del pueblo del que es arrebatado el héroe frente al desolado paisaje en el que se desenvuelve la decadente civilización maya. Del mismo modo, la heroína judía del Libro negro se une a la resistencia y sus acciones contra los nazis nunca transgreden ningún código ético, frente a toda lógica en tiempos de guerra. Sorprende que Paul Verhoeven haya olvidado la ironía o el sarcasmo que tanto juego le daba en anteriores películas (Robocop, Desafío Total o Starship Troopers). En ambos casos los héroes se presentan desnudos, limpios, puros, portadores de valores tanto naturales como morales.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario