En algún lugar leí, ahora no estoy en condiciones de verificarlo (el paracetamol no ayuda lo suficiente), que el español era el segundo patrimonio de la humanidad. Das una patada y aparece un paraje pintoresco en el que te quedarías a vivir; paras a tomar un café y te encuentras una iglesia de la que no te habían contado sus maravillas. Eso me ocurrió hace unas semanas al llegar a Tudela, capital de la ribera Navarra. Vieja ciudad musulmana, con mezquita mayor, zoco y alcazaba, a la que se fueron añadiendo el caserío judío y los palacios cristianos en la edad media. Parte de esa historia está al alcance de quien se demore el tiempo suficiente. La limpieza y restauración a que ha sido sometida la catedral en los últimos años, gracias a la privilegiada hacienda foral, nos permite asistir sorprendidos a la sucesión de estilos desde el románico hasta casi la actualidad, sin que en ningún momento tal mezcla resulte indigesta.
Todavía se puede apreciar esa labor en una interesante exposición que da cuenta de la restauración. Quién no pueda desplazarse, puede curiosear en su página web, hecha con gusto y sobriedad. Vemos cómo a partir del siglo XII la iglesia cristiana se superpone a la antigua mezquita, cómo las capillas recuperan su esplendor en las yeserías barrocas de la capilla del Espíritu Santo, en las que una cuidada limpieza y los justos retoques ha destapado su brillante policromía, o el retablo mayor que escenifica la vida dela Virgen , donde el pintor no se acaba de decantar por el estilo flamenco, naturalista y de perspectiva única, ante la profusión de dorados –exigidos por contrato-, de la tradición gótica castellana. Pero fue en la sillería del coro, obra de Pedro de Villalón, influido por el primer renacimiento, donde encontré mi mayor satisfacción. El azar quiso que viese la mejor representación de un motivo, en el que me había hecho caer una amiga, y al que venía dando vueltas desde hacía tiempo. Su lema me encanta, Festina Lente. Ante mis ojos de improviso, como siempre se presenta el azar, apareció el detalle, une liebre, que trata de impulsarse, atrapada en una caracola. No tuve dudas, desde ese momento se convirtió en emblema de este blog.
Todavía se puede apreciar esa labor en una interesante exposición que da cuenta de la restauración. Quién no pueda desplazarse, puede curiosear en su página web, hecha con gusto y sobriedad. Vemos cómo a partir del siglo XII la iglesia cristiana se superpone a la antigua mezquita, cómo las capillas recuperan su esplendor en las yeserías barrocas de la capilla del Espíritu Santo, en las que una cuidada limpieza y los justos retoques ha destapado su brillante policromía, o el retablo mayor que escenifica la vida de
1 comentario:
De vez en cuando, y siempre con más prisa de la que me gustaría, ojeo las nuevas entradas de este blog... como de costumbre no pude adivinar qué tema trataría hoy: en este mismo blog existe un poco de todo, no es un blog monotema y da una idea del bagage de su autor, de su inquietud por TODO lo que le rodea... enhorabuena Toni Santillan por estos espacios tan bien elucubrados... Sólo un inciso: yo creo que en el lema que has adoptado "Festina Lente", la liebre no se impulsa (no tendría sentido que diera tumbos de altura con una pesada concha trasera), sino que precisamente y debido a que está dentro de la caracola, está con las patas delanteras juntas, reflexionando sobre el porqué de la prisa... claro, suponiendo que una liebre tenga autoconciencia de sí misma, etc...
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