domingo, 21 de enero de 2007

Envejecimiento

Hablemos, pues, de los problemas reales. Si se echa un vistazo a la proyección de los grupos de edad en las pirámides de población, asusta la evolución futura de los sectores de más edad. Las pirámides se estrechan por abajo y aumentan en el centro y en la cúspide. A eso hemos de añadir que España goza de una esperanza de vida de las más altas. Es indudable que los políticos se han dado cuenta de que uno de los mayores problemas con los que nos vamos a enfrentar a no tardar mucho es el envejecimiento de la población y la necesaria atención a las personas mayores. Se van a juntar la falta de previsión y el cambio de modelo familiar por cuestiones laborales y de disfrute del tiempo libre. Las familias cada vez soportan menos tener a una persona dependiente en casa, y tampoco están en condiciones de hacerse cargo de la cuota mensual de las residencias.

En la actualidad apenas una de cada 200 personas mayores puede disfrutar de una plaza en un centro de día y la cobertura de ayuda a domicilio tan sólo alcanza a un 3 % de la población necesitada. La nueva Ley de Dependencia, -no transcribo el nombre completo porque como en todos los casos en que un funcionario bautiza una realidad, el resultado suele ser risible-, va a inyectar una gran cantidad de dinero para un llamado Programa Individual de Atención (atención a domicilio, teleasistencia, centro de día o de noche o plaza en residencia). 13.000 millones adicionales por parte del Estado y otros tantos por parte de las autonomías se gastarán en un periodo de 8 años para poner en marcha el sistema.

Me hago dos preguntas al respecto. ¿Estará bien gastada esta enorme cantidad de dinero? Esta ley aparece en periodo de vacas gordas: crecimiento económico durante 13 años consecutivos, superávit, casi pleno empleo. ¿Qué ocurrirá cuando cambien las tornas? Pero más importante aún que esas objeciones, es si la atención domiciliaria resolverá el problema, con toda esa legión de asistentes con jornada laboral, derechos sindicales, salario regulado, etc. Intereses particulares dignos, pero que pueden adquirir más peso que la solución de los problemas para los que esos puestos de trabajo van a ser creados. ¿No hubiera sido mejor invertir en una red de residencias, en la que las personas dependientes estuvieses atendidas las 24 horas del día?

La segunda objeción tiene que ver con esa política socialdemócrata de que papa Estado ha de resolver todos los problemas. ¿En qué quedarán los planes de ahorro, la responsabilidad individual, la gestión de la propia vida? ¿No hubiese sido una solución más acertada la combinación de los dos elementos, previsión del Estado y responsabilidad individual? Del mismo modo que en los últimos tiempos se han promovido los planes de pensiones con ayudas fiscales, ¿por qué no hacer algo parecido con una red de residencias promovidas por el Estado, pero en parte financiadas por los particulares, con una cuota detraída del salario mensualmente, como en la seguridad social?

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