lunes, 29 de enero de 2007

Dreamgirls

Una de las películas que más me han hecho disfrutar en los últimos años ha sido Chicago. Un musical. Chicago es una película luminosa: inmejorables canciones, decorado brillante, escenografía y números musicales variados y deslumbrantes, herencia del gran Bob Fosse, y unos actores excelentes y guapos, a tono con el resto de la función. Para acabar de aderezarlo, algunas gotas sombrías, digamos unas gotas de oscura luminosidad, los musicales nunca son sombríos, los justos elementos de thriller o comedia negra para darle vivacidad. Además la sombría secuencia de la cárcel, con Queen Latifah en primer plano, es la más luminosa de toda la película, un número extraordinario que uno pediría al proyeccionista, si es que todavía existe tal oficio, que lo repitiese una y otra vez.

Así que cuando los críticos de Dreamgirls, este nuevo musical que acaban de estrenar, lo asocian con Chicago, corro raudo al cine, pensando que el disfrute no ha de ser menor. Los dos proceden de Broadway, los ingredientes se asemejan (actores guapos, mezcla de musical y trama negra, buenas canciones…), aunque de aquel equipo sólo quede Bill Condon (Dioses y monstruos), allí guionista y aquí director; los críticos hablan de "Un musical de serie y voz negra”. En fin cómo no se habría de repetir aquel éxito de 2002.

Y sí, el ritmo de la peli es vivo, los actores simpáticos, la envoltura brillante, hay algo de trama negra… Aguanté bastantes minutos diciéndome que lo mejor estaba por llegar, que ya aparecería la canción memorable, que la trama se iría animando, que el gran número musical… Bueno, así fui llegando al final. Vana espera. Gran decepción. Comparar esta peli con Chicago es una tomadura de pelo. No se puede decir que sea una peli mala, tampoco buena. Una ocasión perdida, sin duda. Y mira que había material. La publicidad dice que el grupo sobre el que pivota la trama, las Dreamgirls, es un trasunto de las Supremes: Diana Ross, Florence Ballard, Mary Wilson y sus agitadas vidas y sus bonitas canciones, y el sonido Motown de los 70. Pero nada hay de lo prometido, ninguna canción me recuerda a Diana Ross; las radiantes vidas de la pantalla en nada se asemejan a las de la vida real; la desbordante Jennifer Hudson nada tiene que ver con aquella Florence Ballard ni con las drogas y el alcohol que acabaron con su vida. He visto documentales sobre aquel periodo tan rutilante de la música popular mejores que esta peli. En fin, digamos que algo se salva, un descubrimiento, una actriz con tanta presencia como voz, una nueva Queen Latifah, Jennifer Hudson, cantante salida curiosamente de la Operación Triunfo americana, American Idol.

Nota al pie. Cuelga hoy Arcadi Espada en su blog un artículo de Carles Sentís de 1939 y el prólogo de un libro de reciente aparición, pero escrito en 1937 por un corresponsal polaco. Ambos tratan del mismo tema, Finis Cataloniae?

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