jueves, 18 de diciembre de 2025

Sin relato. Lola López Mondéjar

 


 

El capitalismo digital promueve abiertamente la atrofia para sustraer la diversidad del mundo interior particular y sustituirla por una individualidad homogénea y conformista. 

 

Si partimos de la premisa de que la economía gobierna nuestras vidas, ¿cabe preguntarse, con Lola López Mondéjar en Sin relato, si la actual etapa del neocapitalismo, a la que ella denomina capitalismo digital, siguiendo a filósofos como Byung-Chul Han, está haciendo de nosotros hombres y mujeres vaciados, huecos dice ella, cuyo único estímulo es el deseo mimético - René Girard - de seguir los pasos de figuras públicas admiradas, influencers en esta época, derivadas nuestras emociones hacia los objetos que codiciamos y acumulamos, nuestra mente colonizada por lo audiovisual y nuestro cuerpo convertido en campo de experimentación de las nuevas tendencias decorativas, resumiendo, objetos cosificados nosotros mismos?

 

Como tantos otros autores, López Mondéjar aprovechó los meses de la pandemia para leer. Y como tantos otros necesitados de proyección pública, agavilla un puñado de citas - la lista de autores y citas es mareante -, para construir un libro que fue premiado con el Anagrama de Ensayo. En este, como muchos de los libros de ensayo que vamos leyendo, cada capítulo toma como referencia a un autor y un libro para exponer y dar vueltas sobre su idea principal. 

 

A la espera de la gran mente que haga la síntesis de nuestra época, Lola López Mondéjar apunta, con cierto desorden, debido a la acumulación de lecturas - reconoce que su método de investigación es de carácter impresionista -, las cuestiones que están en el aire: la sobreexposición a las pantallas del mundo digital y el correspondiente déficit de atención y, su deriva, la angustia de los jóvenes que no comprenden el mundo que les llega a través de sus pantallas, los llamados nativos digitales, sumidos en el precariado, los bajos salarios y la inestabilidad laboral y en la fragilidad de los lazos laborales, sociales y afectivos, cuya consecuencia sería la atrofia de la capacidad de narrarse.

 

La autora redondea en torno a dos pulsos, señalados en el subtítulo, Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad. El primero, si nuestra personalidad se fundamenta en el relato que hacemos de nosotros mismos - Paul Ricoeur: la identidad personal es posible en la forma de una identidad narrativa - los hombres y mujeres de hoy, al menos los jóvenes, son incapaces de relatarse. Hombres vacíos por dentro, si algún tipo de relato queda es el anecdótico, el del chiste, la microhistoria. La consecuencia de la decadencia del relato es el declive de la subjetividad, segundo pulso. Identidades postizas, fantasmales o prestadas. Para poner ejemplos con los que compararse, acude al momento de la historia en que los individuos abandonándose se convirtieron en colectividades: los camaradas alemanes que se ofrecían voluntarios para matar judíos - los einsatzgruppen - y la Magda Goebbels, judía por admiración a su padrastro en su juventud, rica consorte desprejuiciada en su primer matrimonio y ferviente nazi en su madurez. El capitalismo digital obraría en nosotros de modo parecido, vaciándonos para esclavizarnos con identidades prestadas.

 

Debido al gran cambio de la digitalización hemos perdido la identidad que nos sitúe de nuevo en el mundo. Todos sus reproches y pesimismo acaban en el mismo y principal enemigo, el advenimiento del capitalismo de la atención y de la vigilancia de la era digital que busca la maximización del beneficio financiero. La solución, frente a los hombres vaciados de su interior, volver a los hombres y mujeres con moral autónoma, vertebrados, singulares, capaces de construir una subjetividad propia frente a los hombres huecos.

 

Los objetivos del capitalismo avanzado y digital ya no consisten solo en aislar a los individuos (individualidad sin sujeto) y separarlos de la comunidad, sino en vaciar poco a poco el individuo para llenarlo de objetos y experiencias, en una infructuosa huida hacia delante que favorece el consumo, ignorantes de la herida psíquica que lo causa.

 


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