lunes, 1 de diciembre de 2025

Lugares de paso

 



Tenemos conciencia de lo que experimentamos. Yo aquí en este momento. Pero cómo saber que a esta experiencia se reduce toda nuestra vida. Hemos pasado por lugares y momentos que advertíamos como decisivos. Allí y entonces se bifurcaba nuestra vida. ¿Y si la otra opción se concretó? Hay físicos que sostienen que hay una multitud de universos. Cada uno con características diferentes, unos viables en términos antrópicos y otros no. En física de partículas, estas hasta que no las observamos se mantienen en posiciones indeterminadas en una nube de probabilidad. Solo cuando las observamos o las medimos colapsan, es decir, aparecen en el mundo de la experiencia. Hay otros físicos que mantienen que no colapsan, sino que observamos las que están en nuestro mundo, pero no en otros. 

 

Si el mundo de la realidad observada siguiese las mismas reglas que el mundo cuántico la realidad estaría compuesta de muchos mundos. Nosotros mismos viviríamos en una nube de probabilidad, aunque solo tengamos conciencia de vivir en uno. Aplicando cierta lógica, en el 50 % de ellos seríamos felices y en el otro 50 infelices, en una escala de gradación. Algunos de ellos serían caóticos y otros viables. 

 

Así que cuando paseamos por un lugar que nos recuerda emociones intensas, es posible que ahí nos bifurcásemos o, mejor, nos cruzamos con universos posibles, uno el de la felicidad, el otro de la desgracia. Un mundo de posibilidades. 

 

Quizá aquella conversación en el paseo marítimo, a la salida del Palau Mar y Cel, habrá dado lugar a una vida sin grandes emociones, pero moderadamente feliz. Por el contrario, a aquella cita en la gasolinera Petrocat, habrá dado lugar a un periodo de gran intensidad emocional, pero habrá acabado abruptamente, pues ella era demasiado joven y enseguida me sustituyó por otro. Qué ocurrió aquella tarde que llegábamos a Travesera de Gracia en el otro universo: en mi imaginación aparece como el mejor de los mundos, pero quién sabe. Es evidente que aquella mañana, a las puertas del Parque Güell, el yo que vive en este tomó una mala decisión. 

 

Hay una multitud de mundos en los que mi otro yo puede estar viviendo: la aparición por sorpresa un sábado por la tarde de B en el comedor de Sainte-Foy-lès-Lyon (ahora estaré escribiendo esto en francés); seguro que hubiese sido desgraciado con AB (qué decepción los meses que vivimos juntos) y feliz, supongo, con E (recuerdo cuando acaricié su vientre expandido, aquel podría haber sido hijo mío). 

 

No puede ser correcta la teoría del multiverso porque los mundos serían infinitos, sin embargo, satisface a la imaginación porque compensa la frustración de vivir una sola vez y en un solo mundo, el escándalo cósmico de habernos dado autoconciencia y sin embargo morir. Satisface el anhelo humano de pervivencia y eternidad (en uno de los universos posibles).

 

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