Hay
algunos raros que dicen que hubiesen querido vivir en un remoto pasado, qué sé
yo, en la Roma de Augusto o de Nerón, en la época de Darío o cuando el
macedonio levantó un imperio, quizá acompañando a Cortés o como una azteca
enfrentarse a él. En cualquiera de esas épocas los virus estaban al acecho y
las bacterias, la vida para el común no pasaba de 20 o 30 años, los gobernantes
eran criminales, es posible que fueses un esclavo, el concepto de dignidad no
existía.
Yo,
por el contrario, querría vivir un poco más, unas décadas para ver en qué
deviene el mundo, para ver si se cumplen los vaticinios de los ucrónicos – o acrónicos,
no sé cuál es la palabra - que dicen que el tiempo se abolirá. La vejez es una
enfermedad que será curada, el cáncer poco más que un resfriado, las vísceras
defectuosas reparadas, las células viejas devueltas a su juventud, de modo que
cada cual elegirá su propia muerte. Cualquier cosa que uno desee estará a la
mano: la tierra se quedará minúscula y viajaremos a otros planetas y los que
hemos venido al mundo a conocer cómo funciona tendremos los medios para
saberlo.
Michio Kaku es uno de esos vaticinadores. Sus libros son
optimistas a rabiar, escritos con el lenguaje sencillo de un predicador, hace
que la complejidad se deshaga como cuando a media mañana se levanta la niebla y
el sol irradia. Los ordenadores cuánticos serán la llave que levante
definitivamente la niebla. Su capacidad de cálculo resolverá los problemas
pendientes: la energía será inagotable gracias a las centrales de fusión; se
pondrá fin a las hambrunas porque convertiremos fácilmente el nitrógeno del aire
en fertilizantes; cada mañana las heces serán analizadas en la taza del váter
para prever cualquier amenaza futura; la proteína amiloide será detectada para
curar el Alzheimer, el cuerpo humano se podrá regenerar porque habremos
resuelto la última frontera biológica, la estructura de las proteínas; podremos
prever la magnitud y el momento de la amenaza (el rumbo de colisión con la
Tierra de asteroides y cometas; el estallido de los rayos gamma; las variables
climáticas; la dinámica geológica); podremos hacer copias de la biología de la
tierra en otros planetas; la fotosíntesis dejará de ser un misterio;
entenderemos qué es y cómo funcionan la materia y la energía oscuras, cómo se
originó el universo y cómo acabará; si hay vida inteligente y dónde. La computación
cuántica, según Michio Kaku, pondrá todo eso al alcance.
«La computación cuántica podría ser un salto
similar al de la invención de la electricidad». Juan Ignacio Cirac
Quién
no querría esperarse a pasado mañana para ver si todas estas promesas se
cumplen. Quizá todos los que estamos vivos ahora en la tierra muramos a las
puertas de la inmortalidad. Qué gran frustración. ¿Pero acaso cualquier humano
que llegó a la conciencia no pensó lo mismo? Esa aspiración ha estado siempre
presente y ha sido uno de los motores, sino el principal, del progreso: allí
donde la ensoñación da la mano a la creencia en la vida en el más allá. La
eterna juventud, la vida después de la muerte. También sería una injusticia
para todos los que vivieron antes que nosotros, aunque ya sabemos que la
naturaleza no es justa ni moral.

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