martes, 25 de noviembre de 2025

Supremacía cuántica, de Michio Kaku

  


Hay algunos raros que dicen que hubiesen querido vivir en un remoto pasado, qué sé yo, en la Roma de Augusto o de Nerón, en la época de Darío o cuando el macedonio levantó un imperio, quizá acompañando a Cortés o como una azteca enfrentarse a él. En cualquiera de esas épocas los virus estaban al acecho y las bacterias, la vida para el común no pasaba de 20 o 30 años, los gobernantes eran criminales, es posible que fueses un esclavo, el concepto de dignidad no existía. 

 

Yo, por el contrario, querría vivir un poco más, unas décadas para ver en qué deviene el mundo, para ver si se cumplen los vaticinios de los ucrónicos – o acrónicos, no sé cuál es la palabra - que dicen que el tiempo se abolirá. La vejez es una enfermedad que será curada, el cáncer poco más que un resfriado, las vísceras defectuosas reparadas, las células viejas devueltas a su juventud, de modo que cada cual elegirá su propia muerte. Cualquier cosa que uno desee estará a la mano: la tierra se quedará minúscula y viajaremos a otros planetas y los que hemos venido al mundo a conocer cómo funciona tendremos los medios para saberlo.

 

Michio Kaku es uno de esos vaticinadores. Sus libros son optimistas a rabiar, escritos con el lenguaje sencillo de un predicador, hace que la complejidad se deshaga como cuando a media mañana se levanta la niebla y el sol irradia. Los ordenadores cuánticos serán la llave que levante definitivamente la niebla. Su capacidad de cálculo resolverá los problemas pendientes: la energía será inagotable gracias a las centrales de fusión; se pondrá fin a las hambrunas porque convertiremos fácilmente el nitrógeno del aire en fertilizantes; cada mañana las heces serán analizadas en la taza del váter para prever cualquier amenaza futura; la proteína amiloide será detectada para curar el Alzheimer, el cuerpo humano se podrá regenerar porque habremos resuelto la última frontera biológica, la estructura de las proteínas; podremos prever la magnitud y el momento de la amenaza (el rumbo de colisión con la Tierra de asteroides y cometas; el estallido de los rayos gamma; las variables climáticas; la dinámica geológica); podremos hacer copias de la biología de la tierra en otros planetas; la fotosíntesis dejará de ser un misterio; entenderemos qué es y cómo funcionan la materia y la energía oscuras, cómo se originó el universo y cómo acabará; si hay vida inteligente y dónde. La computación cuántica, según Michio Kaku, pondrá todo eso al alcance.

 

«La computación cuántica podría ser un salto similar al de la invención de la electricidad». Juan Ignacio Cirac

 

Quién no querría esperarse a pasado mañana para ver si todas estas promesas se cumplen. Quizá todos los que estamos vivos ahora en la tierra muramos a las puertas de la inmortalidad. Qué gran frustración. ¿Pero acaso cualquier humano que llegó a la conciencia no pensó lo mismo? Esa aspiración ha estado siempre presente y ha sido uno de los motores, sino el principal, del progreso: allí donde la ensoñación da la mano a la creencia en la vida en el más allá. La eterna juventud, la vida después de la muerte. También sería una injusticia para todos los que vivieron antes que nosotros, aunque ya sabemos que la naturaleza no es justa ni moral.

 


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