En su última película, Kathryn Bigelow juega con la
idea de la catástrofe nuclear. Es verosímil y debería poner a la humanidad en alerta.
Cuántas veces podrían destruir la humanidad y la mayor parte de la vida las
armas almacenadas en los silos nucleares. Tantos países pueden apretar el
botón. Tantos psicópatas al mando. Tantos incidentes casuales podrían ponerlas
en marcha inesperadamente, iniciando el proceso imparable de destrucción. ¿No
deberíamos estar asustados? Durante la Guerra fría se difundía la idea de que
las armas nucleares eran una fuerza de disuasión, un arma tan temible que nadie
querría iniciar una guerra. Sin embargo, en el corazón de Europa, Putin, el
asesino de masas, ordena la muerte sin temor a que le ataquen. Hace la guerra y
enseña sus dientes nucleares.
Otras humanidades antes que la nuestra desaparecieron
- los neandertales, los denisovanos, los heilderbergensis -. No sabemos con
exactitud lo que sucedió, si fue una guerra o si fue una peste. Nuestra
estancia en la tierra no está asegurada; de hecho, llevamos menos tiempo en
ella que las anteriores humanidades. Pero increíblemente estamos bailando sobre
el filo.
Kathryn Bigelow es una maestra del thriller. En su
historial tiene un puñado de buenas películas. Entre ellas, Días extraños
(1995), K-19: The Widowmaker (2002), En tierra hostil (2008), La noche más
oscura (Zero Dark Thirty) (2012) o Detroit (2017). Me sorprende comprobar que
es más mayor de lo que yo me pensaba (1951).
En Una casa llena de dinamita (2025, Netflix)
el aparato político y militar de Estados Unidos se ve sorprendido por un misil
que va derecho e imparable hacia Chicago. La película se ve sin pestañear, puro
cine de acción, bien interpretado y mejor montado. Pero la pregunta inicial
sigue ahí. La deja en el aire.

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