lunes, 27 de octubre de 2025

El polaco, de J. M. Coetzee

 


 

"Tú tenías todo el chirriante edificio filosófico del amor romántico detrás de ti, en el cual me introdujiste como tu donna y salvadora. Yo no tengo semejantes recursos, más allá de lo que considero un salvador escepticismo sobre esquemas de pensamiento que aplastan y aniquilan a los seres vivos".

 

Tan solo seis años separaban a Frédéric Chopin de George Sand cuando, en pleno romanticismo, vivieron su historia de amor durante el invierno de 1838 a 1839 en la Cartuja de Valldemosa, en Mallorca. Chopin más joven que Sand, enfermo de tuberculosis, buscaba en ella una especie de madre protectora que lo cuidase mientras él componía música. Durante un tiempo Sand vio en él un artista sublime.

 

Cabe suponer que Dante concibió la Divina Comedia como una ensoñación para llegar hasta su idealizada amada Beatrice. Se había enamorado de ella a los 9 años y solo volvió a verla a los 18 cuando ya estaba casada. Nunca tuvieron intimidad. Beatrice había muerto a los 24. El amor de Dante es descarnado, puro, una vía a la salvación y el conocimiento.

 

Los protagonistas de Un invierno en Mallorca y de la Divina Comedia son los referentes de Coetzee para su novela El polaco.

 

Entre Wítold y Beatriz, los protagonistas de El polaco, hay más de 20 años de diferencia, pero su aventura no es nada romántica, al contrario. Beatriz no aprecia la música de Wítold y la idealización de aquella por este torpe.

 

Ambos se encuentran en la cena posterior a un concierto en una pequeña sala de Barcelona a la que acuden músicos invitados no muy conocidos. Tras la cena Wítold le envía emails para aproximarse a ella. Ambos desconocen sus respectivos idiomas. La torpeza del inglés de Wítold aparece en la escritura de Coetzee, también la peculiar sintaxis de los eslavos cuando hablan lenguas occidentales. Beatriz le hace saber que no tiene interés en mantener ninguna relación. Está casada y tiene dos hijos. No tiene necesidad de vivir una aventura romántica. Así se lo dice a su marido. No le gustó el concierto y cuando escucha los CDs la música de Wítold no le dice nada. Sin embargo, acude a Girona y luego a Mallorca donde el maestro polaco da sendos conciertos.

 

"Escucha la colección de CDs. ¿Por qué? Porque está preparada para aceptar la idea de que aquello que este hombre no puede expresar en su inglés tan limitado acaso pueda expresarlo a través de su arte".

 

El polaco muere y Beatriz se entera de que ha dejado una caja para ella en un apartamento de Varsovia. Lo que Beatriz encuentra en un apartamento nada glamuroso de las afueras de la capital polaca es un puñado de poemas dedicados a ella.

 

La novela está escrita desde la perspectiva de Beatriz, sin embargo, es difícil saber qué le mueve en esta historia, por qué accede a pesar de sus reticencias manifiestas. No hay un idioma a través del que puedan comunicarse, un idioma que les lleve a compartir su intimidad. El inglés de Wítold es ortopédico, el polaco de Beatriz inexistente. Ha de buscar una traductora, traductora de documentos técnicos, para verter los poemas al español. Cuando los lee no le dicen nada, como tampoco le había dicho nada la música interpretada por él.

 

"Si tuviera que definirlo, lo llamaría lástima. Él se enamoró de ella y a ella le dio lástima y por lástima le concedió su deseo. Eso es lo que había sucedido; ese había sido su error".

 

Sí que podemos entender qué le pasa a Wítold en esta historia, los sonidos que cada lector oye percutir en su cabeza durante la lectura.

 

J. M. Coetzee, el Nobel sudafricano nacido en 1940, tenía 82 años cuando escribió y publicó El polaco en 2022, primero en español, en Argentina, y luego en inglés. Coetzee se quita 10 años, si queremos ver su traza en el personaje, Wítold. En la motivación del personaje de Beatriz podemos ver huellas literarias: le queda media vida por delante, aunque su flor comience a marchitarse. En el personaje de Wítold está el gran qué de la decrepitud. En el apartamento de Varsovia donde vivió sus últimos días solo vemos desolación. Nada en los poemas le salva.

 


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