miércoles, 22 de octubre de 2025

Un fantasma en la batalla

 


 

Vi anoche Un fantasma en la batalla, extraño y feo título, en Netflix. Solo han pasado unas horas y tengo que rebuscar en mi memoria el impacto que la película me produjo, y es ninguno. Es verdad que, mientras la veía, la iba comparando con la también reciente La infiltrada, pero la comparación era imposible.

 

Desconozco los tiempos de producción de una y otra. Hay un extraño paralelismo. Ambas protagonizadas por mujeres: la fuerza interior de Carolina Yuste frente al magnetismo de Susana Abaitua. La primera representando a una policía nacional, la segunda a una guardia civil. El fondo, el mismo, la desgraciada historia de Eta.

 

Pero hay una enorme diferencia entre ambas. La película de Lucía Echevarría reconstruye la historia real de una agente infiltrada en la organización terrorista, con un guion muy trabajado. La película de Agustín Díaz Yanes se inventa a su protagonista, Amaia, a partir de otros agentes reales, dice. El guion es facilón, intercala imágenes de los atentados más horribles y mediáticos de la banda: Gregorio Ordóñez, Ortega Lara, Miguel Ángel blanco..., para ir hilvanando la historia de su agente, como si ella hubiese participado en la prevención y detención de los malos. No es que esté mal rodada o montada. Es un thriller entretenido, pero no va al fondo del asunto: no hay dilemas que resolver o personajes complejos. Es un policíaco más, que dirían los franceses.

 

Es de lamentar la flojera de la máquina de producción audiovisual española. Solo hace falta compararla con la irlandesa. Han tenido que pasar años para que se empezasen a producir películas sobre esta historia. Nada se hizo mientras la banda estuvo en activo. Después, no mucho. Faltó y falta valentía.

 

La película, miniserie en realidad, modélica sobre este asunto es No digas nada (2024), donde se representa con crudeza lo que supone el terrorismo político en una sociedad, la irlandesa. La española Patria (2020) fue en esa dirección.


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