martes, 14 de octubre de 2025

Mindelo: sodad y morabeza

 


Hace falta casi una hora para llegar de Porto Novo, en Sao Antão, a Mindelo, en Sao Vicente, otro tanto cuando volvíamos en barca de pescadores de Monte Trigo a Tarrafal, dos poblaciones cercanas pero en el culo del mundo, pues se tarda hora y media para llegar por la carretera adoquinada hasta Porto Novo, la puerta al mundo del comercio y las mercancías. Esta lentitud de los traslados explica en parte la indolencia del carácter. Uno podría pensar que es un rasgo negativo, el lento desplazarse, la indolencia, pero eso solo lo puede pensar quien ha hecho de la prisa un modo de vida para llegar a ninguna parte. La prisa es un virus corrosivo, muy difícil de combatir.




Algo renqueantes llegamos a la isla de Sao Vicente. Qué rico el atún que comimos en el puerto de Tarrafal, con vistas a la pequeña bahía, refrescados por una ligera brisa, atendidos por la gente más amable. Pero quizá el atún no estaba hecho del todo y algunos sufren las consecuencias. Sin embargo, el paso del tiempo idealizará este lugar y este momento, a sabiendas de que nunca volveremos y de que no está en nuestras manos una vida indolente sino apresurada.




Mindelo es una ciudad coqueta, la capital cultural de Cabo Verde. Eso dicen. En 1462 Diogo Afonso llegó por vez primera a la bahía de Mindelo, casi cerrada - el cráter de un antiguo volcán - cuando nadie vivía en ella. Sorprende ver la playa de arena blanca - más tarde veremos dunas -, pero no es ningún misterio, es el polvo del Sahara que arrastra el viento harmatan, que sopla entre noviembre y marzo y puede llegar hasta América.




Un puñado de edificios recuerdan el periodo colonial portugués: el Palacio do Povo, antigua residencia del gobernador, el mercado municipal y una réplica de la Torre de Belém lisboeta que es hoy el museo del mar, y algunas casas de color y el trazado ortogonal tan típico de las ciudades coloniales de nueva planta, de aire modernista todo ellos. El mejor lugar para ver la ciudad y la isla está en lo más alto del Monte Verde, allí donde el señor Miguel tiene su plantación de té y un ingenioso sistema para condensar las nubes que llegan de barlovento en líquido elemento para sus plantas.




Mindelo es una ciudad pequeña, juntando la población la isla de Sao Vicente no sobrepasa los 80.000 habitantes, y sin embargo, si uno pasea por la tarde comprueba la gran actividad cultural. La ciudad es la patria de reconocidos creadores, primero los muralistas y luego los literatos y músicos, destacando por encima de todos Cesária Évora. En la isla se celebra un conocido carnaval y un festival de música en Baía das Gatas. 


Por cierto, este pueblo, donde comemos, asentado sobre una larga y profunda playa de arena sahariana y aguas claras, cerca de las dunas, de ha convertido en lugar de vacaciones y asueto. En él se celebra un famoso festival en el fin de semana de la luna llena de agosto. Llaman la atención sus grades casas a la europea, en un lugar donde el agua dulce ha de ser traída en camiones cisterna.





Mindelo es famosa por sus cafés literarios y pequeños escenarios con música en directo de géneros tradicionales como la morna, el coladeira y el funaná, además del jazz y fusiones contemporáneas, como el concierto al que asistimos anoche en un local conocido por los turistas, Jazz Bird. Un grupo realmente notable, guitarra clásica, bajo y eléctrica y percusión, con piezas de jazz, blues y folk local.




Aquí se junta y mezcla lo portugués y lo africano, Mindelo es una ciudad cosmopolita. Hay dos vocablos que explican la vida del país. La 'sodad' que impregna los géneros musicales que han hecho famosa a Cabo Verde: la morna y la coladeira. La morna abre y cierra la vida de una persona, al recién nacido se le recibe en su séptimo día y al difunto es su despedida. Cuando volvíamos ayer de la Baía das Gatas, en el mismo espacio y tiempo, vimos el desfile musical de tres entierros. Recuerda a Nueva Orleans




El otro concepto es 'morabeza', la hospitalidad caboverdiana, más allá de la simple cortesía, "una filosofía de vida basada en el trato afable, la acogida cordial y el genuino deseo de hacer sentir bienvenido a quien visita las islas y en especial Mindelo, que acoge al visitante sin preguntar su procedencia", o al menos eso dicen (copio de una guía). Se nota, en todo caso, la diversidad étnica de la población y la variedad de músicas que se ofrecen al atardecer cuando uno pasea.


No hay comentarios: