Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una
cosa: la libertad humana, la libre elección de la acción personal ante las
circunstancias para elegir el propio camino.
En el
periodo de entreguerras, entre 1919 y 1939, el círculo de Viena articuló el
pensamiento europeo: había que pensar científicamente. Solo tenían sentido las
proposiciones que nacían de la experiencia y se formulaban lógicamente; las
proposiciones metafísicas carecían de sentido.
Frente
a ellos un poderoso filósofo, Martin Heidegger, se preguntaba sobre la esencia
y las verdades últimas. ¿Qué es el ser?
Los
filósofos del círculo fundaban su optimismo - hablaban de sí mismos como
positivistas lógicos, también como empiristas - en su fe en la ciencia y la
racionalidad como herramientas de progreso social. Heidegger, por el contrario,
era un pesimista metafísico: el hombre ha sido arrojado al mundo para
morir.
La
segunda Guerra Mundial y sus horrores fue un jarro de agua fría sobre el
optimismo positivista. Los filósofos del círculo abandonaron Viena hacia las
universidades americanas; algunos de ellos murieron en los campos de
exterminio. Aunque Heidegger había perdido la guerra, pues había sido un
servidor nazi, parecía haber ganado la batalla del pensamiento: hay valores que
trascienden la materialidad.
Víctor
Frankl era un médico vienes, un psiquiatra judío. Más joven que los miembros
del círculo, coincidió, sin embargo, con la efervescencia intelectual vienesa.
Los círculos intelectuales a los que pertenecía corrían en paralelo a los de
Moritz Schlick y Rudolf Carnap, sin encontrarse. Eran los círculos del
psicoanálisis. Se podría decir que Frankl era un hijo díscolo de Freud y un
hermano, también díscolo, de Víctor Adler.
Hay
una figura relacionada con el Círculo de Viena con la que Víktor Frankl, sin
embargo, podría emparentarse, Ludwig Wittgenstein. Para los filósofos del
círculo los enunciados éticos no podían ser verificados empíricamente, por lo
que los situaban fuera del ámbito científico: eran “pseudo-proposiciones
emotivas”. Wittgenstein, por su parte, separaba 'lo que puede ser dicho’, de lo
que solo puede ser 'mostrado'. La ética es irreductible al análisis lógico,
está en el ámbito de la conducta, que sin buscarlo se convierte en ejemplar. La
propia biografía de Wittgenstein, consciente de los límites del método
científico, puede leerse de ese modo.
El sentimiento que se convierte en sufrimiento deja
de serlo en cuanto nos formamos una idea clara y precisa de él. Spinoza
Víctor
Frankl, por ser judío, fue encerrado en varios campos de concentración entre
1942 y 1945. En 1946 publicó un libro capital: El hombre en busca de sentido.
En él, además de contar las penalidades, la deshumanización a la que eran
sometidos los prisioneros, reflexiona sobre el sentido. El sufrimiento de los
campos, el sufrimiento del hombre no puede ser en balde. Frente a la ‘voluntad
de placer’ de Freud y a la ‘voluntad de poder’ de Adler, Frankl oponía la ‘voluntad
de sentido’. A partir de Nietzsche: Conoce el porqué de tu existencia y
podrás soportar casi cualquier cómo, ofrece una ética basada en la
voluntad. El hombre tiene la necesidad profunda de encontrar un sentido único y
personal en su existencia, incluso en condiciones de extremo sufrimiento el hombre
puede decidir qué valores le guían por encima de los condicionantes biológicos
y sociales para vivir de acuerdo con una ética basada en el significado y la
autotrascendencia. De ese modo la conducta del hombre libre y responsable se
convierte en ejemplar. La influencia inmediata de una determinada conducta
siempre es más eficaz que las palabras. La responsabilidad personal
contribuye al bienestar social, un compromiso con la dignidad y la humanidad.
Wittgenstein
no hizo proposiciones éticas, fórmulas para la buena vida, porque la ética está
fuera de los límites del lenguaje; la ética es el mundo de lo inefable, el
misterioso mundo de los valores. Balbucea y dice que lo bueno solo puede ser
mostrado. Y a ello se aplicó con torpeza. Frankl, sacudido por la experiencia
del horror, concibió la necesidad de una terapia existencial, más allá de lo
racional, que colocara la ética y el sentido en el centro de la práctica vital
y profesional.
Wittgenstein
vivió una vida austera y sin concesiones, aunque nunca pasó por su cabeza
convertirse en un modelo de moralidad. Frankl fundó una psicoterapia, la logoterapia,
cuyo fin era encontrar un sentido personal que hiciese valiosa y digna la
vida.

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