lunes, 20 de octubre de 2025

Asimetrías

 


 

"¡Pobre tonto!, quisiera ella decir. Has llegado demasiado tarde, la fiesta terminó". El polaco. J. M. Coetzee.

 

Si uno mira hacia atrás ve la vida como una sucesión de episodios. Unos más largos y otros más cortos. Y uno ve - la memoria rescata - por encima de todo los sentimentales. La vida con esta o con aquel. 

 

Cuanto mayor ha sido la entrega emocional más se tarda en desatar las trabazones. ¿Cabe preguntarse si mereció la pena - sabías que no iba a durar, que comenzabas sin futuro-, si el dolor de la pérdida ha sido compensado por los buenos momentos? 

 

Las historias de amor son crueles porque siempre hay uno que queda colgando del alambre: uno rompe y otro queda roto. Como decía Borges, uno ama y el otro se deja querer. Toda historia de amor es asimétrica. Las señales estaban ahí, pero uno no quería verlas. 

 

El amor es una inversión que no siempre da réditos, en la mayoría de los casos acaba en bancarrota.


Contar una vida solo puede hacerse caminando, adaptando el cuento al ritmo de los pasos. Por eso, el arte de la imagen en movimiento ha ganado a la estática literaria y los tiktokes ambulantes están ganando a las películas, que exigen largas sentadas.

 

Entre el amor propio y el llanto patético discurren las etapas de transición, cuando uno se pone a prueba, aunque no sea consciente de ello.

 

No se viven con igual intensidad ni se le da el mismo valor al hecho de dejar de ser amado y, a la inversa, a dejar de amar o a no corresponder. En el primer caso uno clama contra la injusticia cósmica, en el segundo la vida sigue sin consecuencias. Nos trae al pairo el corazón herido que no es el nuestro.

 

Cuando nos entregamos con intensidad a otro, ¿cuánto desatendemos a los amores menores pero duraderos, esenciales?

 

Has elogiado su forma de vestir, lo guapa que estaba, la última vez que la veías, aunque entonces no lo sabías. Te preguntas si lo volverías a decir de haberlo sabido.

 

¿Estoy celoso? No de su pasado, tampoco del presente, acaso del futuro. Siempre estamos celosos de los más jóvenes.

 

Y está el detalle del cuadro al que la mente vuelve una y otra vez, que te pasa desapercibido, pero que al fin aparece, el beso en los labios. También lo que pasaba por tu mente días atrás, ese día y después, lo que observarías si no fueses el sujeto.

 

Miro a lo lejos, hacia las sierras. El bosque ha estallado en una gama limitada de colores. No me canso de mirar su música, tan cambiante según aparece o no el sol medio oculto entre las nubes. Hace dos semanas había otra estación. Entonces rodaba por caminos y senderos inconsciente de la calidez de un mundo estable. Ahora me embarga la melancolía del otoño, tan bello tan triste tan redundante. Hay un rincón en un alto al que acudo las mañanas para asistir a la liturgia del pasaje. Ya no soy el de ayer.

 

Belleza compensatoria.

 


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