Vemos la inmigración al bulto. Pateras naufragios mantas térmicas asistentes de la Cruz roja, centros de acogida - ¿se llaman así? Lo episódico se ha vuelto cotidiano. Estamos inmunizados contra la tragedia.
El 2 de julio de 1816, frente a las costas de Senegal, naufragó la fragata francesa la Medusa por incompetencia de su capitán. Los supervivientes fueron abandonados a su suerte en una balsa. El pintor Théodore Géricault los entrevistó, investigó los detalles y pintó una obra de gran formato. La balsa de la medusa de Gericault galvanizó a la sociedad francesa. Ahora son tan habituales los naufragios que nos hemos vuelto insensibles. Ya solo se mueven en torno los activistas, cada uno con su sesgo: sesgo + y sesgo -, sin atender a sus razones, unos ven en los otros a los condenados hijos de Satán. La inmigración (inmigración y emigración son conceptos significativos; migración es un concepto estadístico y biológico: la migración anual de las mariposas monarca), un ingrediente poderoso para la camorra política. Contemplar la inmigración al bulto deshumaniza. Sin duda, es un gran problema europeo que necesita regulación; pero también las leyes se dirigen al bulto.
Souleymane tiene que pasar la entrevista de solicitud de asilo, mientras pedalea por las calles de París para repartir comidas o lo que salga. Alquila el permiso para repartir, duerme cada noche donde puede, se prepara para el examen sin tener idea de qué ha de responder. Un hilo de incertidumbre lo mantiene en contacto con su madre enferma en Guinea.
Detrás de los movimientos migratorios hay individuos, personas como cada uno de nosotros, con una vida particular, diferenciada. La vida de cualquiera cobra sentido si se individualiza. Si nos falta el contacto personal, necesitamos el relato de una historia. Eso hacen las películas, cada vez menos los libros o las pinturas (fotografías). La historia de Souleymane es el relato de un guineano que abandona su país y llega a Francia. En París ha de partir de cero, peor aún por debajo de cero. Los nacidos en Europa nacen sobre suelo, los inmigrantes no tienen suelo: han de conseguir papeles para conseguir trabajo para subsistir para tener una vida digna. Para sentir compasión, no la empatía inducida, para que comprendamos y aboguemos por leyes justas - humanas - hemos de escuchar y ver relatos particulares que humanicen al náufrago que llega a las costas de Europa.
No podemos discriminar a cada una de las monarcas que sobrevuelan miles de kilómetros, pero sí a cada uno de los náufragos de la medusas actuales. Necesitamos ser conmovidos por individuos como Souleymane rescatados del naufragio para sentirnos seres morales, no máquinas insensibles y ver en ellos humanos como nosotros.
La película se ve como un thriller intenso, sin respiro, bien montada e interpretada, sin que aparezca el maldito sesgo por ninguna parte o lo disimula muy bien.
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