Acabo de ver dos películas con potencial, pero con
resultados contradictorios. En la primera una violación, ocurrida durante la
fiesta de fin de año, traumatiza a una chica. En la segunda tardamos en saber
qué le ha ocurrido a la familia protagonista igualmente traumatizada: el
suicidio por amor de un hijo. En la primera, La furia, se nos presenta
el hecho en bruto: la fiesta nocturna, un empujón, una habitación a oscuras y la
violacón que no se nos muestra sino solo la pantalla en negro, en lo que quizá
sea el mayor hallazgo de la peli. Luego el periodo de destrozo interior de la
víctima, incapaz de verbalizarlo, de contarlo. En la segunda, Ghostlight,
lo que se nos muestra son los efectos en la familia, en el padre, la madre y la
hermana, el duelo, cómo cada uno intenta reflotarse.
Los guionistas de la primera se quedan con el trauma
sin aditamentos - salvo el hermano de la víctima, que no ayuda, sino que
refuerza el trauma - , el puro sentimiento de la víctima: noche y niebla, por
coger el título de otra película. Los de la segunda confían en los efectos
benéficos del relato tradicional. Arman una buena historia con las técnicas tradicionales
del relato clásico: protagonista, antagonistas, personajes secundarios. Al
padre de esta historia le sucede algo parecido a la víctima de La furia:
no sabe cómo contarlo, cómo convertir en historia lo que le está sucediendo,
pero la suerte se cruza en su camino y podrá hacerlo.
En el primer caso no hay anagnórisis, reconocimiento
de lo que le ha sucedido. En el segundo, el padre protagonista, un obrero de la
construcción, entra, por puro azar, a formar parte de un grupo de aficionados
que está representando Romeo y Julieta. A través de la representación consigue
entender y exponer su sufrimiento y de paso expulsar sus demonios interiores.
La impresión que le queda al espectador de La furia
es que no hay redención posible, como si no hubiese vida después de una
violación, y solo la violencia - la furia del título -, consiguiese
restaurar el mundo anterior: ojo por ojo. La segunda cree en los postulados de
Aristóteles, que la catarsis a través de la representación ayuda a pasar el duelo, a recuperar la
humanidad que a pesar de todo sigue en nosotros.
En el propio título está definida la actitud de unos
guionistas y otros: en La furia no hay salida a la negrura de la mente
de la víctima. El Ghostlight de la segunda se refiere a la luz que
permanece encendida en los teatros ingleses para aquietar a los fantasmas, trasladada
metafóricamente a la luz que permanece en tiempos de oscuridad personal.
La furia es antipática,
incómoda de ver, difícil identificarse con la víctima. Ghostlight se ve
con gusto, el espectador se pone fácilmente en el lugar de los protagonistas.
Ambas en Movistar y en Filmin.
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