lunes, 14 de julio de 2025

No todos los hombres

 


Podría decirse que la primera frase de la metafísica de Aristóteles, "Todos los hombres desean por naturaleza saber", es el parteaguas del hombre que toma conciencia de si y del mundo. Aunque como en todas las frases apodícticas pronto se encuentran fallas. La primera es que no son todos los hombres, aunque sí se puede decir que para una parte conocer es lo que les guía. Entonces, divide a la humanidad en dos. Tampoco podría decirse que a partir del parteaguas el hombre se desliza en una u otra dirección. Quizá unos hombres sí y otros no. Quien decide saber no se desliza vertiente abajo, sino que obstinadamente como Sísifo empuja su voluntad vertiente arriba, para dejarse caer y volver a empujar. 

 

Quien quiere saber busca conductas ejemplares para no sentirse solo y pugnar con su desaliento. Pero, comprueba, no hay hombres de una pieza. El hombre sabio está lleno de dudas y caídas. Su biografía está llena de tachas. Yerra, peca, se desespera. Es soberbio y al mismo tiempo se humilla. Renuncia a los bienes de este mundo, pero al tiempo busca subterfugios para no vivir en la miseria. Sus seguidores o discípulos le admiran, pero en la distancia para no compartir los rigores de su vida austera, sin admitir por ello sus contradicciones.

 

Nuestro torpe progreso moral tiene su correspondencia en una constitución corporal hecha de remiendos evolutivos, especialmente de las partes mal cosidas de nuestro joven cerebro sin tiempo para haber testado su adaptación a una realidad en continuo tránsito.


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