lunes, 30 de junio de 2025

Extra Ecclesiam (Apuntes del natural)

 

 


Después de semana y media me atrevo a hacerle frente al dolor caminando hasta el centro de la ciudad. Observo, sabiendo que mi mirada es una forma particular de percepción mediatizada por mis apriorismos.

 

Veo a un hombre ensotanado de arriba abajo, se supone que insensible al calor, flaco como el Dómine Cabra; cruza la calle, camina por la acera, solo, ensimismado, como levitando, insensible a los festejos e la ciudad. Cuando viajamos a los países islámicos nos da por fotografiar a los mullahs como algo extraño en el camino y, sin embargo, aquí lo tenemos sin que nos asalte la extrañeza.

 

El calor desnuda a la gente mostrando las formas más desvergonzadas – sin vergüenza -  del cuerpo; no es erotismo sino despojamiento de lo que no es imprescindible; estamos a un paso del desnudo integral, si es que, por la regla del péndulo, no volvemos atrás un breve tiempo para coger impulso. El desnudamiento es un hito difícil de igualar en la supresión de las restricciones culturales a la naturaleza, el paso que nos falta, quizá.

 

Ya en el barrio oigo a través de una ventana interjecciones, interrogaciones, truenos y relámpagos, gritos, insultos. Pronto me doy cuenta de que no es a la parienta sino a la pantalla del televisor.

 

Y al llegar a casa me pregunto, ante las reacciones de conocidos, amigos y allegados, por qué, por qué esa ceguera voluntaria, si no tendrían que votar a Vox ni al PP, podrían seguir votando lo mismo, cambiando tan solo de caballo. ¿Debería abochornarme?

 


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