lunes, 11 de noviembre de 2024

Querer



 

Sin duda, Querer es la serie del momento.


La serie de cuatro capítulos, en Movistar, narra el maltrato masculino dentro del matrimonio, especialmente la violencia sexual. La serie adopta el punto de vista de la mujer que cansada de los malos tratos continuados se pone en manos de una abogada y denuncia. En los dos primeros capítulos se muestra la soledad que enfrenta cualquier mujer que haga una denuncia de ese tipo. Amigos, conocidos, sus propios hijos le dan la espalda. En esos dos primeros capítulos el espectador, gracias a las artes emocionales del cine, que mueve los sentimientos en la dirección que quiere, sin pruebas fácticas, en oposición al mundo en el que vive, da verosimilitud al testimonio de la mujer. Mujer, yo sí te creo.


La mayor parte de los problemas que plantea la serie son de guion. Los guionistas podrían haber optado por una película ‘psíquica’ a lo Hitchcock: un marido que le hace luz de gas a su mujer o una mujer histérica que imagina lo que no hay. Guionistas ingeniosos hubiesen enredado al espectador jugando con las dos posibilidades hasta decantarse al final por una de ellas, la mujer valiente que sale victoriosa contra todo. La segunda opción, por la que han optado, es la del film político: el grave problema social de la violencia contra la mujer.


La serie está bien hecha, una película larga más que propiamente una serie. Los dos protagonistas principales Nagore Aramburu y Pedro Casablanc están magníficos. El tercer capítulo, el juicio, se hace largo y aburrido. Se presentan los testimonios, casi todos favorables al marido, salvo un amigo de la mujer que reconoce haber tenido relaciones sexuales con ella, lo que redunda en lo que se quiere enfatizar, la soledad social de la mujer que se atreve a denunciar.


El cuarto es el más enfático, el más decididamente político. Se perfila definitivamente el carácter del agresor: en el colegio del nieto acogota a un niño inmigrante; celebra con los amigotes, todos hombres, el resultado del juicio a su favor; impone su autoridad de hombre en una comida de la familia extensa. Racista, sexista, incluso homófobo, patriarcal.


En la escena más significativa, en la sala de espera de un hospital, el marido muestra al fin sin resquicios su auténtica naturaleza: es el monólogo arquetípico del maltratador. Comienza zalamero pidiéndole a la mujer que vuelva, que arreglen las cosas, que recomponga la familia destruida, que se reconozca culpable, pasando sin transición del amago de un beso a la mano levantada. El espectador tenso ante la violencia de la escena agradece que la mujer al fin decida que va a apelar la sentencia judicial.


En el mismo capítulo, por fin, los hijos se decantan por la madre. El hijo menor lleva tan mal el asunto que acaba en el hospital tras un accidente de tráfico. En una concesión al mainstream le hace personaje gay: protagonista en la primera escena de la serie de un encuentro sexual -consentido- con una mujer, y en una de las últimas con un hombre, su compañero. Curiosamente, en la primera escena, los dos cuerpos se muestran desnudos, en la segunda hacen sexo con los vaqueros puestos.


Lo que peor se resuelve es la evolución de la personalidad del hijo mayor. Durante toda la serie se le muestra como copia de la personalidad del padre. Incluso su matrimonio se rompe por ello. En este capítulo pasa sin transición de una escena agresiva, verbalmente violenta, con su hijo niño por no haberse sabido defender en la escuela, al abrazo de reconocimiento a su madre y el consiguiente distanciamiento con el padre agresor. Se da a entender incluso que su matrimonio se recompondrá. Haber puesto el punto de vista en el hijo mayor, en su evolución, lo hubiese cambiado todo.


Los guionistas creen que la agresividad masculina se puede cambiar, que la conducta no tiene que ver con la naturaleza humana. ¿Es la conducta es modificable? Sí, en el caso del hijo mayor, no en el del padre. ¿La agresividad masculina es de origen natural o sociocultural? Si creemos que al hijo mayor se le puede reeducar, como creen los guionistas, ¿qué hacemos con el padre, le arrojamos a los pies de los caballos como han hecho con Errejón los suyos? ¿Es posible la reeducación? ¿Sí, en algunos casos, no en otros?


Nos esforzamos en la educación de los niños -educar no es lo mismo que enseñar- porque creemos que la conducta se puede ordenar, dirigir, mejorar. De ahí la derivada política de la reeducación de los adultos. ¿Son todas las conductas modificables? ¿Puede que haya una parte indomeñable, un comportamiento que no es sociocultural sino que deriva de la naturaleza humana?


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