Saliendo de Cazorla en dirección al castillo de Yedra, por senderos más empinados que escarpados, se llega a una modesta edificación con un cercado de piedra alrededor y una campana que saluda al visitante. Enseguida aparece una mujer lozana y animosa a quien las palabras le brotan con incontenible fuerza, como si tuviese tantas que decir, tantas cosas que contar que no habría tiempo en el mundo para llegar al fin de su historia. Se presenta como 'Pecadora', aunque en algún momento debió decir su nombre real, que recuerdo, Inmaculada. Estamos en el monasterio de Montesión. Durante siglos personas con gusto macabro se aislaron del mundo para experimentar la cercanía de la muerte. Una comunidad ermitaña, en ocasiones anacoreta, fue añadiendo piedra sobre piedra para construir primero una capilla, después celdas donde dormir y debajo, según los tiempos lo requiriesen, un lazareto para leprosos o apestados y un osario donde sepultar a los monjes, pero también a quien llegase en fase terminal, ya fuesen enfermos, curas ancianos o maquis huidos en la guerra.
En una cueva cercana se dice que se apareció la Virgen y ese fue el origen de este cenobio que se ha ido encogiendo con el tiempo. En diciembre murió el último eremita que lo habitó; es empeño de Inmaculada que el lugar no se arruine del todo y acoger a los curiosos. La construcción se distribuye en diferentes niveles próximos a un cortado. 'Pecadora' nos pide que si queremos visitar el interior debemos bajar a la puerta de la capilla y esperar unos minutos. Al fin se presenta vestida de monje, abre la puerta, accedemos a la capilla y, tras el altar, con la cabeza cubierta con capucha e inclinada, espera a que se haga el silencio para proseguir con su acelerado discurso. Nos cuenta la historia secular, desde el concilio de Trento hasta el maquis para detenerse en los aspectos macabros, tratando de captar la atención. En la cúpula y en las paredes de la Iglesia se conservan pinturas que 'Pecadora' dice valiosas, aunque no lo parecen tanto.
Luego nos mostrará el osario junto a la capilla; a través de un hueco se ven los incontables huesos y, un nivel por debajo, la cripta, a la que bajamos de uno en uno por una estrecha escalera, los nichos, las claveras. No es un lugar donde uno permanecería a solas: la humedad, el deterioro, la ruina, la palpable presencia de la muerte. Hace unos meses unos jóvenes investigadores colocaron, micrófonos y cámaras en el interior del osario y por todo el recinto. Oyeron voces, frases y lamentos y puertas que se abren y cierran, y vieron una esfera blanca. Eso dicen. ‘Pecadora’ lo cuenta con entusiasmo como si le fuese la vida en ello. Se despide alegre y dicharachera, incitándonos a qué volvamos con más tiempo para darnos todos los detalles que faltan.
Después tras subir al castillo de Salvatierra o de las Cinco Esquinas, para contemplar los alrededores de Cazorla, bajamos hasta la cascada de la Malena, a un restaurante en el pintoresco lugar del Nacelrío, donde comemos, para seguir luego el curso descendente del río Cerezuelo por sus estrechos y embarrados márgenes, cruzando curiosos puentes de madera en forma de uve, hasta llegar a Cazorla, donde se sumerge en un túnel abovedado que atraviesa la iglesia de Santa María, la plaza vieja y la ciudad.
La Iglesia debió ser impresionante aunque se mantuvo poco tiempo en pie, debido a que un enorme torrente -el diluvio le dicen- conducido por el río acabó con ella. Lo que vemos son la planta y una torre bien conservadas. La inundación de final del siglo XVII y los incendios provocados por la guerra contra Napoleón arruinaron definitivamente esta hermosa iglesia que se atribuye al arquitecto Andrés de Vandelvira, el que diseñó la catedral de Jaén y otras obras de la provincia.
Cazorla es una ciudad situada en un hermoso enclave. A su espalda la sierra que lleva su nombre y de frente un mar de olivares. Hay que ascender y descender continuamente para ver sus rincones, palacios iglesias, ermitas y atalayas desde las que contemplar el paisaje, las murallas y la torre bereber del castillo de Yedra. Tras la visita, las cervezas en una de las terrazas de la plaza vieja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario