miércoles, 31 de enero de 2024

04. De Chaitén a Puyuhuapi. Ventisqueo Yelcho




Es tan apabullante el paisaje de la Patagonia que es difícil describirlo. Sencillamente las palabras no son suficientes. Es más fácil hablar de lo que te va saliendo a mano o de la gente que contempla como tú el espectáculo natural, escuchar su experiencia. Los fiordos, los volcanes el Chaitén, el Corcovado, el Yelcho son paisajes que estaban ahí mucho antes de que cualquier hombre los viese por primera vez. Ante una naturaleza tan explosiva cunde la angustia de no ver o no tener todas las experiencias posibles, de no estar a su altura.


El Corcovado o Puntiagudo al fondo


Desde la pradera donde Tompkins bajaba de su avioneta particular para acceder a sus parques, donde ahora estamos, se tiene una impresionante vista del glaciar del volcán Michinmahuida. Chile tiene ahora ni más ni menos que 41 parques nacionales; este es el parque de Pumalín, que se formó con las hectáreas que compró el dueño de North Face. El primero de Chile es de 1926, el segundo mundial después de Yellowstone. 




Tras pasar por puentes sobre los ríos que vienen de los glaciares con nombres tan curiosos como Silla del diablo o Caballo muerto hacemos una caminata de dos horas y media en busca de la lengua del glaciar Venstinquero Yelcho, en el PN Corcovado. El río baja con fuerza y la caminata es por un sendero sombrío. No llegamos lo suficientemente cerca hasta el pie del glaciar sino que lo vemos desde un mirador. Otra vez nos vuelven a acompañar las dos italianas. Hilaria como una más de nuestro grupo y Giovanna, con su hija y su marido, en un suv. 




En 'La cabaña del té' nos han preparado un menú con un consomé y un trozo de carne guisada. Hasta ahora solo había comido pescado. Anoche un plato de salmón. Giovanna me había advertido contra el cultivo del salmón en Chile. Me dio la dirección de un vídeo en el que Green Peace acusa con dureza a su sistema de producción. Importado de Noruega, el salmón arrasa con el ecosistema de las costas chilenas, cambiando continuamente de territorio porque va quemando los lugares que coloniza y tratado químicamente para que tenga el color y el sabor adecuado. Según ella no deberíamos comer nunca más salmón.




Esta noche dormimos en Puyuhuapi, un pequeño pero bonito pueblo de no más de 500 habitantes que vive básicamente del turismo. Nos recibe en su casa una alemana de tercera generación. Sus abuelos llegaron a mediados de la década de los años 30. Ahora se dedica a hospedar a turistas; su hermano hace cerveza y su hijo se dedica a la promoción de chocolate de elaboración propia. Tiene ganas de conversar y nos explica en detalle la vida familiar y cómo le han ido las cosas en esta parte de la Patagonia. La mujer es amable hasta el exceso, quizá para desmentir la mala fama que arrastran los alemanes. La habitación en la que nos instala es de ensueño, amplia, con tres ventanales al exterior, como para quedarse allí a vivir.




La tarde cae sobre el fiordo, sin suerte para ver al sol deshaciéndose en el horizonte. La despedimos con un pisco sour, no tan delicioso como el peruano.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tony, eres una maravilla de reportero! No me había enterado! Me encantan tus notas de viaje, muy puntuales y enrequicedoras ( si se dice así😄). Felicitaciones y un abbraccio desde Chile

Anónimo dijo...

(Salió “anonimo” pero soy Giovanna)

Toni Santillán dijo...

Un abrazo Giovanna. Seguro que nos vemos cundo vengas por aquí