jueves, 1 de febrero de 2024

05. PN Queulat (Ventisquero colgante) - Coyhaique

 

Ventisquero colgante


Saliendo de Puyuhuapi, tenemos dos opciones para ver hoy el llamado Ventisquero Colgante, una parte de glaciar Queulat. Ascendemos durante 3 km y medio para contemplarlo desde un balcón natural. Antiguamente la lengua de este glaciar llegaba a 100 m. del mar, pero se ha ido replegando hasta más de 7.800 m. Un pequeño grupo de gente se aprieta en el balcón para fotografiar la masa azul de hielo, con amplia gama de tonos blancos y azules hasta el turquesa, más la larga cola líquida que sale de su seno. 




Las cumbres con circos glaciares y cascadas suelen estar en torno a los 2.000 metros. La otra opción era bajar y en una bifurcación tomar en dirección a la base de dónde salen las lanchas que supuestamente llevan a la descarga del glaciar. Luego no se cumple la promesa y quedan bastante lejos. El sendero estrecho está lleno de gente. Hay personas mayores llevadas del brazo y otras con muletas. Tal es la atracción del lugar. Venir aquí debe ser un acontecimiento. Oímos al llegar un desprendimiento que golpea en algún lugar que nos vemos. La espera para poder embarcar se hace larga, mucha gente esperando. Renunciamos, volvemos.




A la salida del PN Queulat ('sonido de cascada' para los chonos, antiguos habitantes de estos lugares), tras hacer la ruta, comemos en un pequeño restaurante. Yo me conformo con una cerveza artesana y un bocata, y un instantáneo, que para ellos es agua caliente con nescafé. Nos esperan unas cuantas horas de viaje para acabar en la población de Coihayque. Ascendemos por una depresión entre montañas arboladas, verdes, hasta que, de pronto, cuando estamos cerca de los 1000 metros, el paisaje cambia radicalmente, dejamos laderas rocosas y valles profundos, la depresión se ensancha hasta convertirse en llanura, desaparecen los árboles, en su lugar vemos laderas peladas y cimas blancas. Entramos en la llamada región del Ice End, que vivió la tragedia del bosque chileno: en los años 40 del siglo pasado los ganaderos prendieron fuego al bosque con la intención de que desapareciesen los árboles y se generase pradera para los animales. Eso supuso que millones de hectáreas ardiesen durante 3 años, un fuego descontrolado que tornó el paisaje yermo. 




El largo recorrido de la tarde lo hago en el suv en el qué viajan Giovanna su marido y su hija. Me hablan de los muchos países que han recorrido, gracias a su trabajo en la ONU, de la política en Latinoamérica, de las grandes corporaciones bananeras como la United Fruit en Costa Rica, que todavía siguen actuando en Ecuador, de las grandes familias criollas que se resiste a dejar el poder, tal el caso reciente de Guatemala. Tienen dos hijos más, una hija que está en la universidad y un hijo que trabaja en Madrid. Conocen España, han hecho partes del Camino de Santiago. Da gusto hablar con gente que tiene gustos y preocupaciones parecidas a las tuyas.





Antes de llegar a Coihayque, hacemos una parada junto a una doble cascada. Justo al lado hay una cueva y en ella una virgen que tiene el nombre, como no podía ser de otro modo, de Virgen de la Cascada. Un hombre del norte de Chile bajó hasta aquí, muy lejos de su ciudad de origen para vivir en esta zona umbría y poco soleada y donde el invierno no debe ser muy agradable. Se lo digo y me dice que ahí tiene un montón de troncos para hacer leña y darle calor cuando lo necesita. Prefiere la soledad al barullo de la ciudad. Asegura que le gusta este lugar porque cada día vive las cuatro estaciones. Mientras él vigila la capilla de la Virgen llena de flores, su mujer hace los cafés y vende golosinas en un carromato que está junto a la carretera que imagino debe ser su vivienda. Es un hombre hablador y también con ganas de conversar, como de hecho todos los que voy encontrando.


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