miércoles, 6 de septiembre de 2023

Ningún respeto

 

Cuando uno mira los momentos críticos del pasado se pregunta cómo pudieron tantos a veces un país entero, culto y económicamente suficiente, someterte a la voluntad de un hombre solo. Y uno se dice ya no puede volver a ocurrir. Pero sucedió y sucede. Algunos sucumben por interés propio: un puesto de trabajo una remuneración una promesa. Otros sin necesidad, sin que les importe qué se pueda decir de ellos cuando se haga la historia del periodo. Porque en algún momento se hablará de este periodo sin pasión contando lo que ocurre de modo objetivo, mirando con ojos limpios.


Visto ahora desde el torbellino del acontecimiento, muchos pensarán que estamos asistiendo al hazmereír de un Estado, no se respetan las leyes, las instituciones mediante los hombres que las encarnan se faltan al respeto, se deshace una labor de décadas, se destruye el tejido del país construido durante un tiempo que se pierde en la lejanía, sin que importe adónde nos dirigimos, qué quedará al final de este periodo. 


Porque ahora mismo no estamos seguros de que el país permanecerá unido o si al final unos cuantos trozos se apartarán de él para hacerse independientes, si la Constitución que nos une y da sentido se diluirá por falta de uso o por mal uso, si los tribunales tendrán sentido pues se retuercen sus autos o se acomodan para hacerles decir lo que según las leyes no pueden decir.



Para que ese hombre solo pueda seguir como presidente del Gobierno el gobierno envía a su vicepresidenta a Bruselas para negociar con otro hombre solo a quien las urnas no le han dado ningún cargo representativo -sigue ahí a la espera, levantada su inmunidad-, un fugado de la justicia que no puede entrar en España porque sería detenido. Ese hombre habla en nombre de Cataluña cuando su partido no representa más que el 2,19 % de los sufragios de las pasadas elecciones y presenta una serie de exigencias que solo puede ser atendidas en los bajos fondos de Chicago y que si se atendieran la Constitución y el Estado español dejarán de tener sentido. Ninguno otro Estado lo tomará en serio; cualquier delincuente pensará que bajo la mesa cualquier delito cualquier pena puede ser condonado.


Claro que alguno podría decir muchos lo dicen y a mí qué, qué me importa lo que digan los políticos lo que digan en la tele, al fin cuántos son qué porcentaje representan en la sociedad (el 17,2% de las personas ocupadas están trabajando en el sector público) y qué influencia podría tener yo en lo que decidan, ya distribuyen a su gusto, quién controla el cupo vasco, la devolución del cuantioso préstamo que el conjunto de autonomías hace a Cataluña, quién me garantiza la igualdad que yo ciudadano del Estado español debería tener, los mismos derechos, igual en la distribución del gasto de la Hacienda pública, ahora mismo no sé de nadie ninguna institución pública que me lo garantice; si el partido la coalición que gobierna pacta la desigualdad entre españoles entonces el Estado no merece consideración de Estado democrático de derecho. No merece ningún respeto.

Los españoles deberían comenzar ya desde ahora por respetarse a sí mismos.


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