Me pide un amigo que vive en otra ciudad que charlemos sobre la difícil situación política. No me atrae una discusión que pronto derivaría en disputa de trincheras. Él siempre ha votado a la izquierda (no sé si ahora al PSOE o a Sumar). Yo hace tiempo que no voto en esa dirección. Tampoco voto a la derecha: esta vez lo hubiese hecho sí hubiese visto una idea de país, una concreción, una afirmación de los principios básicos de la democracia, los previos a cualquier política: libertad, igualdad legalidad, pero soplan y sorben al mismo tiempo.
La grave crisis actual está en manos de los votantes del PSOE, si son capaces de separar vísceras y razón. Hay entre ellos gente que dice cosas correctas aunque insuficientes y tardías; son pocos y viejos, pero alguno hay. Han tardado en comprender que está en juego el primer artículo de su fe: la igualdad. No puede haber igualdad para todos, para los desfavorecidos en primer lugar, si no hay legalidad, si se entra en un proceso de corrosión de las instituciones. Le diría a mi amigo si ha votado a Sumar, que poco puedo hacer por él porque estaría entre los extraviados de la razón. Como en el cuento del Barón de Münchhausen, solo él tirándose de los pelos podría salir de su extravío.
Aunque podría ser peor. Qué le podría decir yo si hubiese votado al viejo partido de la derecha curil y del privilegio, aquel cuyos oficiantes se negaban a dirigir la ceremonia de despedida de los asesinados, cuando ese pedazo de tierra era pasto del crimen político. ¿Tanto voto nativo hay como para que durante tantos años el partido del laburu dominase la comunidad encastillada? Y aún podría ser peor si hubiese votado a los nativistas violentos, ¿de dónde sale el creciente voto a los herederos del hacha y la serpiente? Qué podría decirle yo, si hubiese caído en la tentación de votar antisistema sino que la benevolente tierra abra un agujero a sus pies y le haga desaparecer con quienes piensan y actúan como él para que dejen de hacer daño. Cuánta muerte ahorrada, cuánta paz de espíritu ganada, qué buen negocio sí, al modo de La balsa de piedra de Saramago, el irregular triángulo del norte, antiguamente llamado Vascongadas, se hubiese desgajado de la península y perdido en el Cantábrico. Como Andorra. Nada de Confederación llamada con otro nombre. Separación negociada. Que paguen ellos su decadencia. Pocos ciudadanos quedarían desamparados porque pocos votan a quienes defienden la igualdad entre españoles. Viento fresco.
La izquierda tiene un grave problema, más moral que político, aspavientos ante Vox y mudez interesada ante la extrema derecha nacionalista: Vox de momento no ha hecho nada irreversible, los nacionalistas gobiernan, han hecho leyes, discriminan, han dado un golpe de Estado. Además tienen la desvergüenza de llamar progresista a sus políticas de privilegio de la burguesía y la clase media funcionarial frente a las capas bajas mal educadas y humilladas.
Y qué me podría decir a mí ese votante, lo que siempre me ha dicho: es que Aznar, es que Rajoy, es que Casado; ya con Feijóo ni se molesta porque lo ve tan desteñido, tan viejo como el pasado siglo XX, nicotina que se vapea; en eso coincidimos. Ahora una sola palabra le bastaría para deshacer el sortilegio: Vox, la palabra Vox.
Hay medio país consciente del grave problema. Es inútil entrar en discusión con los que han votado socialista. Ni siquiera han considerado la posibilidad de la gran coalición. Agua y aceite. Así que la discusión queda entre ellos. Pero sí que hay una solución en manos de los otros votantes, pueden hacer algo, además de salir a la calle a protestar enérgicamente, pedir a sus representantes, no que gasten energía y dignidad pidiendo a unos pocos diputados socialistas que voten a favor de la investidura de Feijóo, no, que no se rebajen hasta ese punto, sino que le presten a Sánchez los votos que necesite para su investidura, ya sea votando sí o absteniéndose, de modo que no ceda al chantaje de los nativistas catalanes. Si aún así persiste en aceptar el chantaje allá él. Probablemente nunca ha sucedido una cosa así, que el partido mayoritario vote al segundo partido para que gobierne, pero la situación es excepcional. Está en sus manos (Feijóo coge el teléfono de la Esperanza) para que el país no se suicide.
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