jueves, 10 de agosto de 2023

Las torres vigía de Svaneti

 


La idea de hoy era subir por un funicular hasta la estación de Hatsvali (2340 m) y desde arriba contemplar las cimas, entre ellas el monte Usbah (4710 m) antes de llegar a la aldea de Tsaldashi. Georgia es Europa, su extremo geográfico, pero aún no tiene la disciplina y las comodidades de Europa. Esperamos dos horas a que el funicular se ponga en marcha. Luego caminamos durante todo el día. Lo mejor, las panorámicas del Cáucaso que se van abriendo en las alturas. Valles alpinos coronados por picos en cuya cima relucen los glaciares. En el fondo de los valles hay pequeños pueblos en los que destacan las torres de vigilancia.




Las torres de Svanetti en Mestia, pero también las de los pueblos de alrededor, han modificado para siempre el paisaje, como la fachada de la catedral de Ruán de Monet uno podría captar las variaciones de la luz tras ellas a lo largo del día. El amanecer, el fuego del Sol tras los glaciares de las montañas nevadas, la sombra de la noche que no acaba de opacarlas porque aún queda algún reflejo de luz sobre las blancos glaciares, antes de que el artificio las ilumine por dentro. Solo el hombre da sentido a lo que no lo tiene. Cuántos mundos como la tierra permanecen atrapados en algún lugar de la red espacio-temporal sin que a nadie le importe. 




Podría pasar horas sobre la amplia terraza del hotel contemplando el disparate de las torres, al Este y al Oeste, unas con luz, otras bajo la sombra que pugna por hacerlas desaparecer. Con anónima indiferencia, estática y secular, la tarde se llena del furor del río que sigue su curso con igual indiferencia pero sin dejar por un momento su agitado fluir. En este instante se iluminan los hoteles las farolas de las calles las avenidas que llevan a las casas, se oye a los chiquillos jugando en el césped de los jardines, los vehículos al fondo, el pequeño valle deja de ser anónimo y el instante ruidoso y humanizado se apodera de la intemperie que durante millones de años hubo en esta tierra deshabitada. Ya se tiznan las paredes de las torres con reflejos de luz amarillenta, impregnadas de la humanidad que anima al resto de las cosas, antes de que, el hombre ausente, vuelvan a su eterna inanidad.


3 comentarios:

José Antonio"Sherpa"Ballesteros dijo...

Interesante, Toni. Disfrutad de Georgia y sigue publicando para que lo disfrutemos también ....

Toni Santillán dijo...

Gracias, JA

Unknown dijo...

Buen relato sobre paisaje y paisanaje georgiano, amigo Tony,