miércoles, 9 de agosto de 2023

Mestia, Georgia



Amanece con Sol. El día se presenta cálido, por encima de los 30⁰. Sin embargo durante la ruta no llego a sudar. Una furgoneta muy traqueteada conducida por un hombre en apariencia muy mayor, a través de una pista, nos deja en un puente suspendido sobre el río Mestiachala con tablones de madera bamboleantes. Subimos pegados al río, un torrente poderoso que arrastra aguas marrones burbujeantes. Debe ser época de deshielo por la fuerza con que bajan las aguas. Impresiona cuando el sendero por el que ascendemos alcanza el nivel del torrente. Cuando salimos del bosque comienza una pedrera que nos lleva al primer glaciar. Una señal de STOP nos indica por donde no debemos pasar: enfrente hay una pared de hielo de color marrón chocolateado, el punto exacto donde nace el río que hemos ido remontando; en el borde superior piedras de distintos tamaños y formas que se mantienen en inestable equilibrio antes de resbalar por la pared de hielo y caer en dirección a donde estamos. Estamos a unos 2.000 metros de altura. Es raro encontrar glaciares a esa altura. 




 Por detrás y más arriba, la morrena por encima de la parte del glaciar invisible. Caminamos un poco más hasta donde el guía local considera que es peligroso seguir: al fondo vemos el hielo viejo y apelmazado con colores más blancos y transparentes del glaciar, el Chaaladi. Contemplamos el espectáculo con cierta tristeza por no poder acercarnos y tocar el viejo hielo.


De vuelta, junto al puente colgante del río, nos tomamos el picnic con una cerveza. El bar es mínimo pero la terraza sobre el río es amplia y domina el valle del Mestiachala en dirección al glaciar.




Por la tarde en Mestia visitamos una de las torres Svan. La mayoría pertenecían a clanes familiares, cada uno compuesto por 20 o 30 personas, en luchas continuas entre ellos. La primitiva función defensiva evolucionó desde el lejano siglo VIII hacia la vivienda hasta el siglo XVIII. La planta tenía la sala principal. Albergaba la bodega, la despensa, la cocina y la sala de reunión. En la torre que nos han enseñado los espacios estaban jerarquizados, con una silla trono para el pater familias, un banco corrido con respaldo para los hombres y bancos simples para las mujeres. También en esa sala se guardaban animales. En los pisos superiores, a los que se accede mediante empinadas escaleras, hasta cuatro o cinco, había otras con distintos usos. Con el tiempo, junto a las torres defensivas se fueron añadiendo casas residenciales, se abrieron ventanas en los pisos, quedando las torres como graneros despensas y cuadras de animales. Ahora muchas de ellas se han convertido en guest houses para turistas.



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