I
- Con todo lo que está lloviendo, ¿cómo es que te dedicas a la política?
- Por mis ideales
- ¿Cuán grandes son esos ideales? Convénceme
- Te lo diré con una cifra
- ¿Son cuantificables, los ideales?
- "La política es, con mucha diferencia, la industria más importante de todas porque consiste en controlar lo público. Y lo público mueve cada año más de 600.000 millones de euros"
- Por fin lo he comprendido.
II
- En ese océano de dinero, la compra de votos por correo es una menudencia.
- Llámalo, trampantojo
- Quieres decir, que desvía la atención sobre lo importante
- Una campaña electoral es una campaña de compra masiva de votos.
- Una operación de marketing
- 15.000 millones de euros va a costarnos en 2023 la revalorización del 8,5% de las pensiones.
- Una operación masiva de compra de votos perfectamente legal
- Haz la lista de todos los anzuelos lanzados a diferentes sectores sociales
- La calderilla de dos euros para que vayan al cine los viejos
- Una tómbola
III – A un amigo
Es sorprendente que tus ideas y tus necesidades coincidan siempre con Pedro Sánchez
Que tu piel, elección tras elección, absorba la marca PSOE,
Que te sientas cómodo en una coalición donde antes estuvo Iglesias y ahora los populistas de Sumar
Que no te ofenda sacarle la cartera a un extremeño y a un andaluz para pagar las exigencias del PNV, y del PSC en nombre de los nacionalistas
Quizá no la última vez, pero ahora ya sabías que ibas a coincidir con Bildu y ERC
Quizá no lo pensabas cuando fuiste a votar pero además vas a estar en el mismo barco que el pirata Puigdemont
¿No estarías más cómodo compartiendo asiento con los votantes del PP?
¿Son más las diferencias que te separan de ellos que de los anteriores partidos?
¿No te has dado cuenta que juntos votantes de PSOE y votantes del PP sois mayoría?
Hay que tener en cuenta los derechos de las minorías, ¿pero los de las mayorías no?
IV - El hombre sin atributos
Qué razones podía haber para votar a ese hombre. Qué razón podría tener yo para votarle. Ni siquiera en su rostro impasible neutro se reflejaba la necesidad, la necesidad del cambio. Quizá por eso perdió el debate, el único debate, su contrincante narcisista. Vio su reflejo, la inanidad, nada que oponer. Para eso ya estaba él. Vio lo único que importaba, el mismo deseo, la misma voluntad: la silla en disputa. Todo lo que siguió tras el vano intercambio reforzaba la impresión: uno de sus asesores fundiéndose en un abrazo con el jefe de la emisora de televisión que transmitía el espectáculo, como si ya hubiesen ganado, ganado los dos, el de Planeta y el del PP; luego la campaña, nada que ofrecer a sus posibles votantes, ni un poco de entusiasmo, ni una pieza de construcción; y la falta de respeto al votante y a sus adversarios: la atribución de cargos de gobierno antes de ganar; y cuando venían a Cataluña, rendir pleitesía a La Vanguardia, a los círculos de empresarios, como si ellos estuviesen en disposición de acumular los votos que necesitaba, ni una referencia a la parte desarmada, ahora sin representación, ni un guiño que les impulsase a votarle. Perdió en Cataluña. Qué le den. Así pasan los años, pasan los partidos y ese agujero no se cubre, nadie tiende un puente, una escalera para que la población sin nombre pueda salir del pozo y cruzar a donde brille la luz.
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