Acción/reacción. Hubo un breve momento, encuestas mediante, en el que pareció posible que el centro se hiciese con el poder político en España, justo después del instante en que la cordura pareció irse al traste. La reacción a la crisis del 2008 y la desconfianza en los dos grandes partidos impulsó tras el 15M el resentimiento que suele anidar en muchos corazones en forma de movimiento antisistema: destruir para comenzar de nuevo. Sus teóricos hablaron de proceso constituyente. En paralelo impulsado por intelectuales apareció otro movimiento moderado luego convertido en partido que se apoyaba en dos patas, libertad e igualdad, para sostener el sistema constitucional frente a los ataques de los nacionalistas convertidos en independentistas y el movimiento antisistema que pugnaba por asaltar el Congreso. La crisis amainó y el independentismo se desinfló, sin embargo los restos del naufragio se concertaron para formar un gobierno que poco antes parecía inverosímil. El personalismo no es desdeñable en política, las salidas personales en busca de fortuna.
Así se desbarató la posibilidad de una España política centrada. En su lugar emergió el miedo como réplica al resentimiento. La España polarizada. Millones de personas listas para llenar su cabeza con ideas de otro, y hacia los extremos la 'ardorosa disposición para el odio' como dijera Sebastián Haffner del volk alemán de entreguerras. Por un lado el resentimiento de quienes no habían logrado el sueño que parecía al alcance: la nación de los independentistas y la nueva Constitución de quienes querían rehacer el mundo, el sarpullido del 15M. Por el otro el miedo a la destrucción y al desorden. El espacio centrista fue ocupado por la negra España del miedo (Si pergeñásemos una película de terror político podríamos reproducir fácilmente el carácter de Stalin o el de Eichmann mirando la fisonomía de determinados políticos actuales. Qué clase de alma tienen cuando no se ven al mirarse en el espejo. Simplemente no se ven porque la idea que tienen de sí mismos no coincide con la nuestra). Los dos viejos partidos en su necesidad de socios se ven escorados hacia el resentimiento y hacia el miedo dejando un gran vacío en el centro. Ni siquiera queda la posibilidad de que sus votantes puedan ejercer el derecho al voto al retirarse el partido del centro de las próximas elecciones. Queda la melancolía de lo que pudo haber sido. También el alivio de lo que no ha sido. Sin embargo, aunque uno querría lavarse las manos con gesto displicente: 'que os den', no queda otra que escoger entre lo malo y lo peor.
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