jueves, 15 de junio de 2023

Guadalupe -El Rocío 10

 


Hay lugares que solo se pueden conocer en bici o andando. Cuesta Maneli es uno de ellos. Por una larga pasarela -1'3 km- que sale de la carretera que va de Matalascañas a Huelva, y por encima de una gran duna, se llega a un mirador elevado frente al mar. No hay nadie e esta hora -las 10 de la mañana- para contemplar la larga playa entre Mazagón y Matalascañas. Junto a nosotros llega un curtido pescador que arrastra un carrito con un congelador y los materiales para pasar una jornada frente al sol; otro hombre aparece junto a un perro por la escalerilla que viene de abajo, de la playa. Tiene ganas de hablar, del lugar, de los pocos que lo conocen, de sus paseos solitarios. Cuesta Maneli, un remanso de paz que no hay que perderse.


En Mazagón, en otro promontorio asentado sobre arena, donde tomamos café, contemplamos el puerto de Huelva a lo lejos y el largo espigón que lo protege.




Dedicamos el resto de la mañana a Colón y al Monasterio de la Rábida: aquí fue donde Cristóbal Colón con una paciencia de siete años aprendió la lengua de Castilla y elaboró los argumentos que habrían de convencer a los reyes de que su empresa era posible. La misma paz de Cuesta Maneli la encuentro aquí, en el interior de un monasterio valioso por sí mismo, en las pinturas, los objetos, la memoria escrita, que hacen fácil entender lo que sucedió en un momento histórico de gran trascendencia. 


En cualquier lugar de Andalucía encuentras buena comida y no demasiado cara, delicias de las dehesas y delicias del mar. El único problema es la grasa, no hay que abusar. Esta vez ha sido junto a la plaza de Andalucía en Palos: Monasterio 21 se llama el local.




En Palos lógicamente había que ver las tres carabelas. Produce impresión viendo las bodegas, el suelo combado, el poco espacio para tanto marinero y la pequeñez de las naves en el gran océano imaginar cómo aquellos hombres iniciaron y terminaron la aventura marítima. Por lo menos Amstrong y compañía sabían a dónde iban, la distancia que les separaba y los medios técnicos con los que contaban. Lo de Colón y sus marineros fue una aventura sin igual. Entre la información que ofrece el Monasterio de la Rábida y los detalles que aportan las tres carabelas se tiene una buena idea de cómo fue aquello. Uno imagina qué sería este lugar si estuviese en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o China sin duda un gran parque de atracciones. Parece que España no tiene medios o quizá le falte la imaginación que tuvo en el pasado.




Ya en Huelva me ha impresionado la estructura de hierro y madera, al estilo de la ingeniería de Gustave Eiffel, conservada como atracción turística junto al puerto, del ferrocarril que venía desde Ríotinto hasta el mar para embarcar el mineral que explotaron los ingleses.


Escribo en el autobús que me devuelve a Madrid con las bicicletas en la bodega. Se ha acabado el viaje.


No hay comentarios: