sábado, 3 de junio de 2023

Elogio

 



Nos disgusta no recibir el elogio que creemos merecer, pero pocas cosas tan embrutecedoras como el elogio. Los halagos aceptados nos trastornan, hace de nuestra personalidad una máscara que continuada en el tiempo nos arruina. A una chica si le dices qué hermosa eres y se lo cree probablemente haga de ella un objeto insensible que necesitará continuos piropos para sobrevivir. Lo mismo le sucede a alguien a quien has llamado poeta o escritor, y se lo cree. Es un espectáculo deprimente el del intelectual que desde el púlpito suelta frases ingeniosas y le ríen las gracias y le aplauden, habrá perdido su sentido crítico, ya no será capaz más que de repetir o reelaborar lo que ha dicho en otras ocasiones para volver a merecer el elogio. Y qué decir del político que siempre va en volandas, sin darse cuenta de que los que le abren paso y le ensalzan deben su posición a su poder. Qué deprimente verle hacer una pausa en su discurso para que le aplaudan.


Todos aspiramos a que nos digan cosas bonitas, qué guapo, qué inteligente, qué bien te comportas, cuánto me alegro de encontrarte y hablar contigo, sin darnos cuenta de que cuanto mayor es el elogio más grande es la mentira, nos ensalzan, mienten, aunque no sabemos ver la mentira y al envanecernos nos arruinan.


También el que hace el elogio se arruina, este a sabiendas. Sabe que pocos merecen ser enaltecidos y que los que lo merecen están tan lejos de nuestra boca que nunca oirán el elogio. Y si su oído lo escuchase sabría de nuestra impostura: vería el interés, el provecho que esperamos obtener, la humillación de que somos capaces; esos hombres no lo tendrían en cuenta. Saben que quién profiere un elogio espera algo a cambio, un reconocimiento, una mano que le ascienda. Por eso deberíamos librarnos del elogio más allá de un mero 'gracias'.


Lo elogios que merecemos deberían considerar nuestras obras y no nuestro modo de ser en el que tanto influye la naturaleza, pues es en las obras donde se ve el bien o el mal que causamos a nuestros congéneres. Con respecto a la personalidad y al modo de ser deberíamos más que elogiar compadecer a quienes la naturaleza les ha sido poco propicia. Desgraciadamente no elogiamos a quienes lo necesitan, la gentes hundidas en los escalones más bajos.



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