lunes, 30 de enero de 2023

21a. Celebración en Mahabalipuram

 



Leía los titulares de la prensa dominical en el móvil, cuando ha llegado Carmelo entusiasmado: una corriente humana se dirigía a la playa, un espectáculo digno de ver. Así era lo que he ido a ver. Una multitud, entre anaranjada y granate con toques de amarillo caminaba con lentitud por el camino arenoso hacia el mar. Allí, en la delgada franja de arena, donde las olas rompen, el gentío se arrojaba al mar, llevados por un entusiasmo mayor que el de Carmelo. El sol bajo del amanecer se reflejaba en el agua y en la arena; sentados, de pie, algunos con las palmas unidas apuntando al cielo, despegando los saris de los cuerpos mojados, abrazándose en grupo para celebrar o posar, una alegría desbordante, el entusiasmo del sol, del agua, de la arena, el gozo compartido.






Nueve décimas partes del periódico, si no más, sobran cada día. Noticias, comentarios, opiniones que no nos deberían interesar, nos lo echan como si fuese de nuestro interés, la pornografía de lo político, cuando la vida, lo único importante, pasa ante nosotros sin prestarle la atención que debiera, que es toda nuestra atención.




Es tan inmensa la India que cabe todo en el mismo día y en el mismo lugar, la alegría mesurada en las visitas a los grandes templos y la desbordante que acabo de ver, la seriedad del santuario cuando el brahmán impone la ceniza en la frente y la impasibilidad tan cercana a la fatalidad que se ve en el rostro de las mujeres que se pasan el día entero sentadas en el suelo esperando que alguien les de unas rupias por una diadema de flores trenzadas. Mujeres, siempre las mujeres como protagonistas de la vida cotidiana, como si los hombres fuesen meros acompañantes, en las alegrías y en las penas. 

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